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¿Quién fue el Duque de la Victoria?

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El General Espartero

A pesar de ser una de las calles más importantes y conocidas del centro de Valladolid, estoy seguro de que la mayoría de los vallisoletanos no  sabe quién fue realmente el Duque de la Victoria. 
Aparece documentada ya en el siglo XIII como calle Olleros, debido a que al final de ella tenían sus talleres y hornos los que fabricaban ollas, pucheros, cazuelas, etc,. de barro cocido. 
Muy distinta a como en la actualidad es la calle, el estrecho de la misma era sumamente molesto, pues en su entrada por la calle Ferrari, había frecuentes altercados por el tránsito de carros y coches, hasta principio del siglo XX.
En abril de 1856 varió su nombre y se le puso por el Ayuntamiento el de "Duque de la Victoria".
El ducado de la Victoria es un título nobiliario español creado el 14 de diciembre de 1839, por la reina Isabel II a favor del capitán general Joaquín Baldomero Espartero y Álvarez de Toro. El consistorio la denominó así en agradecimiento por los títulos que el citado general concedió a la ciudad por el movimiento liberal de 1854.



Su nombre completo era Joaquín Baldomero Fernández Espartero Álvarez de Toro, fue un exitoso militar y político español, gran defensor de la monarquía y en su caso de la reina Isabel II. Fue regente durante la minoría de edad de Isabel II, por casi 4 años, desde Octubre 1840 hasta Julio 1843.
Ocupó cargos importantes de la corona española (Imperio Español) como regente en nombre de Isabel II, presidente del consejo de ministros de España, ministro de guerra de España, incluso al ser destronada Isabel II en 1868, se le ofreció el trono de España y Baldomero Espartero no aceptó.


Sus restos están en la catedral de Logroño y el funeral del general recibió honores como capitán general, aunque tenía muchos años fuera de la vida militar. En el parque del Espolón de Logroño existe una estatua ecuestre que recuerda a Su Alteza Real el príncipe de Vergara. Sí, por orden del rey Amadeo I se le concedió ese título.

Duques de la Victoria:

IJoaquín Baldomero Espartero y Álvarez de Toro1839-1879
IIEladia Fernández de Espartero y Blanco1879-1893
IIIPablo Montesino y Fernández-Espartero? -1936
IVJosé Luis Montesino y Fernández-Espartero1957-1972
VPablo Montesino-Espartero y Juliá1972-2010
VIPablo Montesino-Espartero y Velasco2011-

Orson Welles en Valladolid. La mascarada de la discordia

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“La muerte reciente del genial cineasta activa mi memoria y me lleva a recordar la primavera de 1954 cuando yo le conocí, aquí, en mi ciudad, Valladolid”: con estas palabras comienza el artículo que Miguel Delibes dedicó a Orson Welles dos meses y medio después de su muerte (10 de octubre de 1985), a cuyas órdenes trabajó como figurante en el embrollado rodaje de Mr. Arkadin.
Recalaba en Valladolid quien después sería considerado como mejor director de la historia del cine, dispuesto a rodar una mascarada durante los años en los que el régimen franquista mantenía su férrea prohibición del Carnaval y, para mayor escarnio, rodeado de “santos de madera” –pues el escenario elegido era el Colegio de San Gregorio-, como los describió Delibes en su artículo.



Aunque el choque con una censura moralista parecía inevitable, el primer desafío al que se enfrentó “el monstruo” –así le apoda el escritor vallisoletano hasta en cinco ocasiones- fue, precisamente, el contrario: las ganas de juerga de los casi 300 figurantes. Eran, en su mayoría, jóvenes universitarios que no habían conocido las fiestas de Don Carnal, sepultadas bajo una estricta legislación desde hacía 18 años, a quienes “ni el mismo genio conseguía meter en cintura”.



El célebre figurante describe un rodaje anárquico, de órdenes desoídas y un caótico trasiego que tuvo como resultado un “abigarrado carnaval de época”. Las escenas se rodaron en el patio interior, donde se recreaba un baile de máscaras, y en la escalera que da acceso al primer piso, por la que se suponía que debían salir unos, entrar otros; aunque a los extras, alborotados y excitados, les costó entender que cada uno debía moverse según lo delimitado para “evitar empellones y taponamientos”. Un furibundo Welles fumaba un habano tras otro, gesticulaba y gritaba en un incomprensible inglés. “Nos hizo repetir la escena más de quince veces”, recuerda Delibes.

“Aquella noche memorable se evidenciaron dos cosas: que un bocadillo de jamón y diez duros eran insuficientes para meter en disciplina a un extra español y que Orson Welles, el genio, cuyas películas parecían fluir de un modo natural y hasta espontáneo, era un director puntilloso, exigente, muy alejado de cualquier improvisación”.



El rodaje de Mr. Arkadin pronto recibió zancadillas desde fuera del Colegio de San Gregorio. Una “sonada polémica” se cernió a través de sus muros, encabezada por el académico de la lengua Federico García Sanchís y su polémica carta abierta a Welles, en la que denuncia el “peligro material” al que fue expuesto el edificio y el uso de “disfraces de religiosos con cabeza de paquidermo”, llegando a sentenciar que la distribución de estas imágenes “nos perjudicaría en mayor grado que el que se hubiera usted adherido a un manifiesto de los rojos internacionales”.


No debía de ser Welles bien visto por el régimen, pese a la fama de genio que le precedía, después de su defensa de la República Española en el documental The Spanish Earth y en su propio programa de radio.

La polémica suscitada fue tal que la productora decidió adelantarse a la censura y eliminar las escenas de Valladolid. Ni la fachada del Colegio de San Gregorio aparecía en el estreno de la cinta, como se lamentaba Delibes en su artículo, aunque sí figuran en las copias actuales.

Welles no permaneció en Valladolid para rodar, como estaba previsto, las escenas de la Semana Santa. Después del escarnio público se fue a Cannes. Sin embargo, la fascinación que sentía por España hizo que “el monstruo” aparcase sus diferencias para emprender el rodaje de En la tierra de Don Quijote.


El día que Heinrich Himmler "durmió" en Valladolid

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Himmler frente a la catedral de Burgos (Foto: FEDE. Diario de Burgos)

El 19 de octubre de 1940 Henrich Himmler, jefe supremo de las Waffen S.S y mano derecha del Hitler, visitará España para trazar los preparativos de la entrevista que entablarán poco después Franco y el propio Hitler en Hendaya.
Con la intención de pasar por Madrid para entrevistarse con el caudillo, el bávaro declinó unos meses antes de su viaje la idea de viajar de forma directa a la capital y optó por pasar antes por Burgos. Su plan no fue casual. Cabe recordar que Burgos había sido durante años la 'capital de la cruzada', y para los nazis era de sobra conocido el amor «por el fascismo» de los habitantes de esta pequeña ciudad de provincias. Himmler visitó la catedral y la Cartuja y cenó en el palacio de la Isla, residencia privada de Franco durante la Guerra Civil.

Llegada del jefe de las SS, Heinrich Himmler, a la Estación del Norte en Madrid - ABC

A las 23 h, la expedición tomó un tren hacia Madrid, con una parada a las dos de la madrugada en Valladolid, donde el gobernador civil se quedó con las ganas de saludar al Reichsführer pues nadie se atrevió a interrumpirle el sueño.

Juan Eslava Galán describe con humor esta anécdota en su libro "Los años del miedo":

"A las dos de la madrugada, realizan una breve parada en la estación de Valladolid. En el andén aguardan el gobernador civil y las jerarquías provinciales del Movimiento que han acudido a cumplimentar al ministro nazi. Un asistente explica que el Reichsfiíhrer duerme profundamente y no se le puede molestar. Con cierta contrariedad, los miembros del comité de recepción regresan a sus casas, se despojan de las galas falangistas y de las botas empapadas antes de acostarse.
La dormida esposa cambia de postura su cuerpo voluptuoso, tirando a voluminoso, y pregunta entre sueños:
 ¿Cómo te ha ido con el alemán?
-Muy bien, muy bien -miente el jerarca-. Gente muy atenta. Verdaderos camaradas.
  Se acomoda la almohada y piensa:
-¡Menudos hijos de puta engreídos!"

Por lo tanto, podemos decir que Himmler durmió en Valladolid, aunque fuese de forma efímera.



Cinco años después de su visita a España, y después de traicionar a su leal Hitler intentado pactar un armisticio con los aliados, Himmler se suicidó mordiendo una cápsula de cianuro cuando era apresado por los agentes que el Fuhrer mandó para capturar al hombre que nunca llegó a ser juzgado por sus crímenes.
Atrás quedaron los cadáveres y restos de los millones de personas que fueron exterminadas en numerosos campos de concentración de Europa por su raza, ideología, religión o condición física o sexual. De aquello poco o nada sabían los españoles que aquellos días de octubre se echaron a la calle para recibir al ideario de la Solución Final.




Valladolid en el No-Do

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Indagar en la imagen que de Valladolid y su provincia ofreció el organismo oficial No-Do (Noticiarios y Documentales Cinematográficos) en sus casi cuarenta años de existencia desde 1943 hasta 1981 puede parecer pura arqueología frívola o revisionismo fácil, pero responde en realidad a otras motivaciones que quizá resulten de algún interés actual. 



La primera noticia sobre Valladolid aparecida en el No-Do fue un reportaje sobre el Cuarto Concurso Provincial de Arada (1943). Archivo No-Do (Filmoteca Española)

Ante todo, la curiosidad, cuantitativa y cualitativa: ¿Cuántas noticias relacionadas con Valladolid aparecieron en las pantallas de cine españolas durante esos años? ¿Con ocasión de qué hechos o acontecimientos concretos? ¿Qué temas aparecieron con más frecuencia, mientras otros que hoy consideramos trascendentales brillaron por su ausencia? 

Pero también por otra razón más profunda: si se tiene en cuenta que la televisión llegó a España en 1956, y que su implantación en todo el territorio tardó varios años más, resulta que a lo largo de casi dos décadas las únicas imágenes en movimiento que los demás ciudadanos vieron regularmente de cada lugar fueron las que proyectaba el No-Do, y esa circunstancia nos ayudará a entender qué idea pudieron hacerse de “lo vallisoletano" el resto de los españoles pertenecientes a más de una generación. 



La primera en color fue un reportaje sobre la Casa de Colón, incluido en el número 1.345-A, de 1968. Archivo No-Do (Filmoteca Española)

Sobre Valladolid y su provincia, No-Do ofreció un total de 93 noticias entre 1943 y 1980. Como mera curiosidad, la primera de ellas apareció en el número 25-A del noticiario, se refería al “4º Concurso de arada” y a los festejos que se organizaron con ese motivo y comenzaba con esta declaración lapidaria: “Preocupación constante del Estado español es la exaltación del labrador y del campo”. La primera en color fue un reportaje sobre la Casa de Colón, incluido en el número 1.345-A, de 1968; y la última, una breve noticia sobre la industrialización de Medina del Campo, en el número 1.939-B, de 1980.



La última, una breve noticia sobre la industrialización de Medina del Campo, en el número 1.939-B, de 1980.  Archivo No-Do (Filmoteca Española)

Con todo ello, y si nuestra hipótesis inicial fuera cierta, podríamos resumir este breve repaso afirmando que durante veinte años: Valladolid fue conocida “audiovisualmente" en el resto de España como un lugar de cierta relevancia dentro de su región pero bastante poca en el conjunto de la nación; especialmente vinculado a la Falange, tanto en su rama masculima como femenina, sobre todo en la primera época; caracterizado por un alto grado de religisosidad pública y con un equilibrio aceptable entre la industrial y lo agropecuario, aunque relativamente anodino en materia de tradiciones y costumbres populares; con dos referentes destacados en el ámbito de la cultura -un importante museo de arte religioso y un festival cinematográñco de gran resonancia-, pero con muy liviano peso desde el punto de vista intelectual en general y universitario en particular; poco castigado por las catástrofes y los accidentes naturales, donde muy rara vez ocurrían hechos llamativos de la vida cotidiana y donde las actividades deportivas eran circunstanciales o de ámbito puramente local o provincial.

Fuente: Juan Antonio Pérez Millán (Coordinador de la Filmoteca de Castilla y León). Texto extraído del artículo "Valladolid en el No-Do" IV Curso de patrimonio cultural 2010/11

La silla de manos del desaparecido Hospital de Esgueva

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En 1876 la Academia de Bellas Artes de Valladolid creó una Galería Arquelógica que fue germen del actual museo. El Ayuntamiento contribuyó a la formación de aquella galería y cedió, por considerar dignos de figurar en ella, varios objetos que se hallaban en el Hospital de Esgueva. Así es cómo esta silla de manos, junto con la espada y los guantes que se decía habían pertenecido al Conde Ansúrez, vinieron a formar parte de la ”colección fundacional" del Museo Arqueológico de Valladolid. 


Estado inicial de la silla

Es una de las piezas más antiguas del Museo de Valladolid. Viene a ser una caja cerrada y cubierta, formado por una estructura de madera ensamblada. Su parte delantera, algo más ancha que la trasera, es la puerta de acceso. Su interior o habitáculo está todo guarnecido de terciopelo rojo ribeteado de fleco y sencilla pasamanería; se abre al exterior por tres vanos que están dotados de vidrios, en origen deslizantes por dentro de los paneles laterales y de la puerta mediante un sencillo sistema de arrastre con una cinta. De los cuatro pasadores de hierro dispuestos en los costados, los traseros son Iigéramente más distantes del cuerpo de la caja, para dar paralelismo a los largueros de madera desaparecidos que se introducirían por ellos para el transporte de la silla por dos porteadores. 



Todo el exterior es de cuero, para mejor aislamiento y protección del ocupante. El techo, que presenta forma abombada, se decora en todo su perímetro con clavos de latón dorados, de cabeza cónica, y con tachuelas de cabeza circular dispuestos en dos filas. En los ángulos tiene pequeños huecos circulares que indican que, en su día, tuvo remates decorativos. El cuerpo del vehículo en sus paneles laterales, montantes y marcos de ventanas, se ornamenta con molduraje, también dorado, de líneas sinuosas y rocalla. La puerta se articula con tres bisagras y conserva el cierre o pestillo de origen con su manilla, así como una cerradura con su boca llave que se añadió con posterioridad. 



Sus características y dimensiones se atienen a las adoptadas generalmente para su fabricación. En Francia, donde la silla de manos fue de uso extendido, eran obra de ensambladores y carroceros, ateniéndose a un diseño y medidas que, variaban en su aspecto exterior llegando a las decoraciones más exquisitas, mantenían una estructura y dimensiones apenas sin alteraciones. Con arreglo a unos principios constructivos de solidez y ligereza, comúnmente utilizados, esta silla presenta similitudes con ejemplares realizados en Génova, un posible origen que, hoy por hoy, no podemos documentar.


Proceso de restauración de la silla


Antes de la intervención, los deterioros impedían su exhibición.  A destacar los graves desajustes, pérdidas estructurales y decorativas, y la abundante suciedad. Las sustancias grasas que invadían el cuero y la talla. Manchas, roces y pérdidas por todo el revestimiento

Quizá legada al Hospital de Esgueva por algún bienhechor, debió de utilizarse para traslado de enfermos y médicos hasta deteriorarse o quedar fuera de servicio, librándose de su destrucción por haber sido destinada a confesonario, función que no era raro dar a estos muebles tras su vida útil. 



Las sillas de manos, de las que en Valladolid no se conoce que se conserven más ejemplares, fueron un medio de transporte urbano para trayectos cortos muy utilizado en los siglos XVII y XVIII, especialmente en Francia, Italia e Inglaterra. 
A diferencia  de los otros medios de transporte cortesano, eran llevadas a mano por "silleteros", a través de dos listones de madera que pasaban por los herrajes laterales.

El poblado fantasma de TAFISA

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Foto: http://valladolidenelolvido.blogspot.com/

En el primer tercio de siglo XX la Ley de Casas Baratas favoreció la construcción de viviendas para trabajadores de empresas industriales y de servicios, las cuales o bien las promovieron directamente o bien estimularon y apoyaron la creación de cooperativas de sus empleados para construir este tipo de alojamientos. 

Foto: http://valladolidenelolvido.blogspot.com/

La actuación de empresas como promotoras de viviendas para sus  propios trabajadores alcanzó un desarrollo considerable en las décadas posteriores a la guerra civil, unas veces manteniendo la tipología de colonias o conjuntos de casas al lado de las instalaciones industriales , y otras en forma de grupos de inmuebles situados en los grandes polígonos de promoción pública de la periferia, o en edificios que se localizaban en el tejido urbano consolidado de la ciudad.

Foto: http://valladolidenelolvido.blogspot.com/

Foto: http://valladolidenelolvido.blogspot.com/

Las disposiciones dictadas al efecto (como la Ley de 17 de julio  de 1946) que obligaban a  las empresas a destinar recursos para construir casas para sus trabajadores contribuyeron a extender este tipo de actividad constructora de vivienda para obreros.



La carretera de Burgos se constituyó desde los años 40 como uno de los principales ejes industriales de la ciudad de Valladolid.
Acogió en su entorno gran cantidad de empresas que en muchos casos se sirvieron también de la proximidad del Canal de Castilla para su suministro de agua. La primera gran empresa en instalarse en esta zona fue Tafisa, dedicada a la producción de tableros y fertilizantes y que inició su actividad en 1951. 
Hay que destacar además que la empresa levantó un poblado destinado a sus empleados junto a la propia factoría, a ambos lados del Canal de Castilla, a la altura de la esclusa 42 del barrio de La Overuela, denominado Poblado de San Alberto el Magno, de gran interés en buena medida por su ubicación pero que actualmente están abandonadas, arruinadas y convertidas prácticamente en un poblado fantasma.

La barriada recién construida

La barriada recién construída

La barriada recién construída

¿Cuál fue el primer instituto de educación secundaria de Valladolid?

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Colegio de Santa Cruz

En el año 1844 aparece la primera referencia al Instituto de Segunda Enseñanza en Valladolid, con ocasión de la publicación de la R. O. de 3 de noviembre “sobre la instalación en la capital de un Instituto de Segunda Enseñanza”. La noticia es recogida por la Diputación, pero no hace referencia a su implantación, sobre todo porque está pendiente de la puesta en marcha de la Escuela Normal y el instituto está prácticamente olvidado…. 
En el año 1845 se vuelve a tratar sobre el tema, al aprobar por otro R.D. de 4 de septiembre su “agregación a la Universidad de Valladolid”. En 1847 la Diputación pone de manifiesto que “el Instituto debe de ser mantenido por la Universidad” y el Gobierno puntualiza que el Estado solo se encargará de su mantenimiento si la provincia colabora con alguna cantidad. Acto seguido, la Diputación acuerda presupuestar 40.000 reales e iniciar los trámites para buscar el edificio idóneo donde instalar el instituto. 

Instituto Zorrilla

En el mes de abril de 1848, Juan Antonio Rábago, en comunicación enviada a la Diputación, anuncia que: “Como propietario de la Hospedería del Colegio de Santa Cruz, ofrezco dicho edilicio para su utilización como Instituto de Segunda Enseñanza”, y en el mes de septiembre del mismo año el diputado López presenta un informe favorable, y el Pleno de la institución aprueba su compra…. El instituto inicia sus actividades en el curso escolar 1848-49, y en los presupuestos correspondientes al año 1849 se aprueban las correspondientes partidas para su mantenimiento, con unos ingresos de 3.300 reales y unos gastos de 40.000 reales. 
Tras unos años en los que fue cambiando de emplazamiento, en 1901 se publica el decreto para ordenar la construcción del edificio que actualmente alberga el centro, nos referimos al Instituto Zorrilla. Tras una inversión de 679.000 pesetas, en septiembre de 1907 se levantaba el actual edificio de ladrillo rojo. Una nueva y definitiva sede que se ubica junto a lugares emblemáticos de la capital vallisoletana como son la Plaza de San Pablo o la sede de la Diputación de Valladolid.


Fuente: La Diputación Provincial de Valladolid  en el siglo XIX (1813-1874). Publicado por la Diputación de Valladolid.

La portada transportada.

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La fachada antes de su restauración y traslado

Tenemos muy pocos datos de la edificación de la casa que estuvo emplazada en la calle Marqués del Duero 12, y cuya fachada se encuentra actualmente en el jardín del Museo Nacional de Escultura
Derribada en los años 60 del siglo XX, se salvó la portada de la misma gracias a la intervención del Ayuntamiento de la ciudad a propuesta de la Comisión de Obras.  Aprobada su compra en el Pleno de la comisión permanente del Ayuntamiento en sesión ordinaria del día 29 de diciembre de 1965, se pagó por ella 30.000 pesetas. 


En el mismo pleno se acordó entregarla a la Dirección General de Bellas Artes y que fuera dicha Dirección General quien pagase el desmontaje, el transporte y el nuevo montaje en el lugar que se escogiera. 
En 1966 la fachada ya se encontraba en el Museo Nacional de Escultura y, sabemos por noticias en la prensa del momento (El Norte de Castilla, 3 diciembre de 1966) que el montante final de las operaciones antes descritas ascendió a 160.000 pesetas. 

Foto: http://ceres.mcu.es
Se trata de una fachada muy bien proporcionada, realizada en piedra y de pequeñas dimensiones. A ambos lados de la puerta adintelada hay unas pilastrillas corintias que sostienen el entablamento. Dicho entablamento se encuentra partido por encima de la puerta para dejar sitio a un balcón, que parece ser se abrió en el siglo XVII en una reforma de la casa. 
Los elementos que más destacan de esta fachada son los escudos que flanquean la puerta. El de la derecha representa un grifo coronado por una estrella, mientras que el de la izquierda es un escudo cortado en cuya parte superior se dispone un águila exployada y, la parte inferior cuartelada muestra varios elementos: una estrella de siete puntas, una venera, un castillo y lo que parece ser un león. 
Aún desconocemos a qué familia pertenecen dichos escudos, pero sabemos que en esa calle vivían personajes vinculados con Chancillería y que, a partir del siglo XVIII la casa pasó a ser propiedad del linaje de los Vega Colmenares.

Fuente: http://ceres.mcu.es/

Los arcos conservados de la Casa de las Aldabas

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Como continuación al artículo anterior nos centraremos ahora con otro retazo de arquitectura urbana que se ha conservado gracias a su traslado a los jardines del Museo Nacional de Escultura.
El 16 de noviembre de 1965 ingresó en el citado museo una arquería procedente de la conocida como Casa de don Rodrigo Calderón. Situada en la céntrica calle Teresa Gil, fue derribada a principios de la década de los 60 y, aunque hubo algún intento por impedirlo, lo único que se salvaron fueron los arcos que actualmente se encuentran expuestos en el jardín del Colegio de San Gregorio



Patio de la Casa de las Aldabas. El círculo rojo señala la Residencia Universitaria Reyes Católcos
(Fotografía Cortesía de Angel Valle)

Conocida esta casa también como Palacio de las Aldabas, tiene una larga historia que se remonta a finales siglo XIII y principios del XIV. No obstante, tenemos que remarcar la importancia que tuvo un hecho acontecido dos siglos más tarde, en los primeros días del año 1425: el nacimiento del que habría de reinar bajo el nombre de Enrique IV de Castilla (1425-1474). En 1469, siendo ya rey otorgó a esta casa "un previlegio muy grande y muy onrrado de que por ninguna causa le fuesen echados huéspedes en ellas y que todas las personas que se acogiesen a ellas por qualquier causas o delitos no les pudiesen sacar de ellas ningunas justicias.". Es lícito pensar que el propietario de la casa en aquel momento, don Alonso de Valladolid (regidor de la ciudad por merced de Enrique IV y de los Reyes Católicos) quisiera ennoblecerla mostrando dicha prerrogativa y colocara a lo largo de la fachada once argollas o aldabas, de unos 20 centímetros de diámetro y situadas a unos dos metros del suelo, como signo emblemático del derecho de asilo a los que allí se acogieran. La expresión castellana "agarrarse a buenas aldabas" alude a la acción de acogerse a la protección de un poderoso o persona influyente, derecho muy conocido en lo eclesiástico, pero inusitado en el mundo civil (aunque existen varios ejemplos de ello, siendo de las más famosas las aldabas situadas en la fachada del Palacio de Carlos V en Granada), por lo que en este caso, tuvo que ser de gran trascendencia en la ciudad y a raíz de este hecho, el Palacio comenzó a denominarse de este modo tan descriptivo. 


Foto: Museo Nacional de Escultura

La arquería que hoy se expone en el Museo Nacional de Escultura se hallaba en el patio del desaparecido palacio, al que se accedía por medio de una puerta de arco de medio punto con grandes dovelas. Patio cuadrado con tres de sus lados iguales a los arcos conservados, es decir, pilares ochavados con capiteles de bolas sujetando arcos de medio punto. La cuarta galería aunque tenía los mismos pilares, los arcos sin embargo eran escarzanos. Este tipo de columnas, eran muy habituales en los palacios y casas de cierta importancia en la ciudad de Valladolid y fueron muy utilizados a finales del siglo XV y principios del siglo XVI, tal y como demuestran las galerías que forman el patio del Colegio de Santa Cruz.


Fuente: http://ceres.mcu.es/

Relato costumbrista en una tienda de ultramarinos de Valladolid a principios del siglo XX.

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Foto: Fundación Joaquín Díaz

Mariano García Abril se estableció con comercio propio a comienzos del siglo XX en la calle Librería 2. Continuaba el negocio de su padre, Miguel García, que había tenido tienda en la calle de Cantarranas. El matrimonio de Mariano con Socorro González, hija de otro importante comerciante vallisoletano, Justo González, y hermana de Abel González, sirvió para unir dos estirpes dedicadas desde finales del siglo XIX a los coloniales. Desde el año 1932 el negocio abre un comercio en la calle Regalado 12, construyendo un almacén en la carretera de Madrid 22.

El siguiente relato fue descrito por el periodista, traductor, crítico literario e hispanista norteamericano William Dean Howells que viajó por España y divulgó la imagen del país en su libro de viajes Familiar Spanish Travels

Después de la visita al Museo de Bellas Artes, se sienten muy fatigados para continuar su recorrido por Valladolid a pie. Así que se refugian en una tienda de comestibles que estaba en una esquina para preguntar al tendero dónde podrían encontrar un taxi.
Comenta, de nuevo utilizando el humor, que parece que está en la naturaleza de las tiendas de comestibles el situarse en las esquinas en todo el mundo. Nos sentimos inclinados a pensar que después de abandonar el Palacio de Santa Cruz, volverían otra vez en dirección al edificio de la Universidad, por la actual calle de Librería y allí en una esquina, encuentran la tienda de comestibles. La tienda se hallaba exactamente en la confluencia de las actuales calles de Librería y de Ruiz Hernández, y no era otra que la tienda de comestibles de Mariano García Abril. De este establecimiento leemos en la página 109 de Aquellos Entrañables Comercios de Valladolid de Ángel Allue Horna y Miguel Ángel Soria (1992):

"Tienda de comestibles o ultramarinos, como entonces se decía fue ésta, también centenaria de don Mariano García Abril, que hacía esquina a Ruiz Hernández y Librería. Yo contemplé sus surtidos escaparates desde mi niñez cuando salíamos de la temprana misa de los Kostkas, hasta los días de mi juventud cuando cursé la carrera de Derecho. Conocí a don Mariano y a sus hijos y en especial traté a Miguel recientemente fallecido y de quien tengo mis mejores recuerdos, y a Valentín, por fortuna hoy entre nosotros. Fue este establecimiento serio y bien surtido y en él, se dieron cita las primeras marcas de los mejores productos en los días en que el papel de estraza era el común para envolver."

Howells coincide en presentarnos al tendero como una persona amable y atenta que rápidamente se ofreció a pedir un taxi para nuestros protagonistas. Para ello llamó a un muchachito rubio que estaba fregando el suelo con un cepillo, y le ordenó que fuera a buscar un taxi, algo que el niño realizó con total prontitud. 

D. Mariano García Abril
Foto: Fundación Joaquín Díaz

La escena dentro de la tienda de comestibles resulta un tanto pintoresca y costumbrista. Con la presencia de nuestros protagonistas, los rumores de que hay unos extranjeros (aunque Howells utiliza con humor la palabra «strangers» es decir forasteros o extraños) la tienda se llena de curiosos, que aunque no todos acudían a realizar una compra en principio, la mayoría termina llevando a cabo esta.
Le llama poderosamente la atención el uso de un par de lo que él va a denominar «conventions» o normas o costumbres en este caso de la casa de comestibles. La primera
tiene que ver con el pesaje, que en esta época se realizaba por medio de balanzas, romanas, etc. Un anciano llegó con una botella o frasco grande. El tendero puso la botella en un plato de la balanza y vertió su peso en garbanzos en el otro. Entonces llenó la botella con aceite y la pesó, para después darle el aceite junto con los garbanzos al cliente. A Howells le hizo gracia la convención, aunque realmente no entendía el significado, a no ser, pensaba, que los garbanzos se ofrecieran como una especie de regalo por la compra. La siguiente convención le pareció algo más clara y comprensible. Otro anciano con un aire un tanto «feroz» como de torero retirado (de nuevo los tópicos entran en escena) compró todo un «stock-fish» (pescado grande de tipo abadejo, corvina, merluza, etc. desecado sin salar), que según Howells, los españoles comíamos en lugar del bacalao, y el tendero se lo cortó en trocitos de dos pulgadas y lo envolvió cuidadosamente (imaginamos en ese papel de estraza que antes mencionábamos) resultando en una especie de paquetito muy bien hecho. A continuación el tendero le sirvió un vaso de vino de un barril de detrás del mostrador, según Howells, como para «sellar» la transacción comercial que habían realizado. El hombre se dirige a ellos mientras degusta el vino y la escena se completa con una mujer muy gruesa, que les estudiaba con la mirada, aunque de forma amigable.

Ilustración de Miguel Ángel Soria

Una vez más, encontramos muestras de ese humor, irónico pero bonachón que caracteriza a Howells en esta escena de la tienda de comestibles. Cuenta que otros vecinos se habían agolpado en el lugar, tan sólo con el fino propósito de verificar esta presencia foránea y disfrutar de la divertida escena: nuestro entrañable protagonista realizando un esfuerzo sobrehumano por hablar español. El tendero estaba contento por la popularidad que la presencia de los americanos le estaba reportando y la aceptaba de buen grado. Finalmente llega el taxi, según Howells, desde el Monte Ararat (presumimos que debió de tardar bastante más de los diez minutos que se suponía iba a tardar) y «con restos del lodo que había provocado el Diluvio». El tendero les conduce hasta el taxi, atravesando la inmensa marea de niños que rodeaba a nuestros protagonistas cada vez que se detenían en algún lugar de Valladolid, marea que aumentaba considerablemente su tamaño con la presencia de la oronda señora. 
Como era una mañana luminosa, deciden pedir al taxista que abriera el techo del vehículo, pero se encontraron con lo que él denomina irónicamente, otra «convención» o norma del lugar. Parece que ningún taxista respetable de la época, mostraba buena disposición para abrir el techo de su carruaje por una carrera de una duración inferior a una hora. El tendero esperó hasta que se produjo el fin de la negociación, y les abrió la puerta del coche, haciendo una reverencia a modo de despedida. Howells tiene las mejores palabras de agradecimiento para este tendero, a quien denomina «encantador» y afirma que si esta tienda estuviera ubicada en la Sexta Avenida en Nueva York, él sería su cliente mientras allí viviera. En cuanto a aquel niño rubio que fregaba el suelo y fue a buscar el taxi, nuestro autor se pregunta mientras escribe el relato, por qué no se le habría ocurrido negociar con él en aquel momento para llevárselo a América para que estuviera con ellos para siempre. Pero también es cierto que en casi todas las ciudades que visitó en España, siempre encontró un niño al que sintió haber dejado en España (y, por el contrario, a otros muchos que pertenecían a esa muchedumbre que les acosaba en cada parada, y a los que esperaba no volver a ver nunca más).

Fuente: https://funjdiaz.net/comercio/ficha.php?id=804
Fuente: VALLADOLID EN LA VISIÓN DE LOS VIAJEROS BRITÁNICOS Y NORTEAMERICANOS (1750-1914) Presentada por D. Antonio Vicente Azofra para optar al grado de Doctor/a por la Universidad de Valladolid

Los desaparecidas Vespasianas o urinarios públicos de superficie en Valladolid.

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Seguramente muchos vallisoletanos habrán visto en las antiguas fotografías y postales de finales del siglo XIX y principios del XX unas curiosas columnas de forma cilíndrica de unos 4 metros de altura, de mayor diámetro en la mitad inferior, que muchos habrán confundido con kioscos o columnas publicitarias. La función real de estas construcciones era la de servir de urinarios públicos. Estos artilugios se encontraban situados en la zona noble de la ciudad, Plaza Mayor, Plaza de Fuente Dorada...



El término "Vespasiana" no lo ha contemplado nunca la Real Academia en el Diccionario, pero sí en el "Diccionario Manual" de 1927 como galicismo usado en Argentina y Chile, sinónimo de "urinario, mingitorio", manteniéndolo en sus sucesivas ediciones.
Esta acción se hacía ante todos, en cualquier espacio público, en ambiente comunitario (sin distinción de sexo) y sin "vergüenza", de modo tal que todos eran conocedores y actores de olores, ruidos, formas, etc.



De hecho, los romanos colocaban unos recipientes denominados "gastra" en las aceras de las calle, para que se usaran como "aliviaderos" para todo deambulante. Curiosamente, "gastra" procede del griego, de "vientre", y para unos significa "vasija panzuda" y para otros "vasija para flores". Estas vasijas recoge-orinas, si estaban alejadas de las "fullonicae" (tintorerías romanas), se transportaban a las mismas; pero lo normal es que tuvieran un conducto por el que fluían directamente a las tinas de las tintorerías, donde, por su alto contenido de amoniaco, eran empleadas para curtir el cuero y limpiar las ropas.



Vespasiano se atrevió a ponerle tributo a la propia orina, pues "pecunia non olet", derivando este hecho en que se llamara "vespasiana" a la vasija que recogía el orín: "nombre con que se designaban en Roma unas vasijas grandes en forma de medio tonel que Vespasiano instaló en los sitios públicos para que sirviesen de urinarios y por el uso de las cuales se pagaba un impuesto", y que hemos definido como "gastra".



Esta palabra derivará luego a "pequeño edificio en forma de columna hueca, en cuyo interior estaban establecidos los urinarios públicos". 
Este artilugio tuvo un gran desarrollo en Francia e Italia, y fueron implantados a partir de mediados del siglo XIX y principios del XX en casi todas las grandes ciudades españolas (Madrid, Bilbao, Toledo, Valladolid, etc.), y, con profusión, en Barcelona a raíz de la Exposición Universal de 1888.



Significaron un salto cualitativo importante en este tipo de instalaciones. Eran de diseño y fabricación francesa. La estructura era de metal y tenían forma y base circulares con capacidad para seis personas. En la parte superior había una sección poligonal de seis caras que permitían la fijación de publicidad y todo el conjunto era coronado por una cupulita. Las paredes metálicas tenían una trama de agujeros que permitían desde el exterior ver si había alguien en el interior. Esta pared circular más baja era generalmente ocupada también por carteles publicitarios.

Fuente: http://duquederiansares.blogspot.com/2017/08/1836-durante-la-regencia-de-la-reina.html?m=1
Fuente: http://barcelofilia.blogspot.com/2012/03/urinari-public-vespasiana-1900s-1910s.html

La desaparecida taberna Casa Donato

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Foto 1: Donato Martín, con su hija Meli y su nuera Angelines, a la entrada de Casa D"onato

"Aquí se está mejor que enfrente". Esta sentencia figuró en unos azulejos de la fachada de la cantina que nos ocupa, refiriéndose al manicomio, que antes fue presidio, situado al otro lado de la calle.  La frase ya estaba al llegar Donato Martín. Sea como fuere, estuvo allí muchísimos años remarcando las diferencias entre la vida alegre de la taberna y la tristeza de los que, enfrente, habían perdido la razón o la libertad. 
«Casa Donato», una taberna de grato recuerdo que estaba al lado del río y justo enfrente del Hospital Psiquiátrico. 


Mas de cuarenta años después, aún se mantiene la tapia de la entrada e incluso el letrero que la identifica, «Casa Donato», como un guiño a la nostalgia.

Donato Martín, hombre de paz y bien, persona de una calidad humana extraordinaria, compró en 1937 la Venta Práxedes, que era como se conocía a este negocio desde que el tal Práxedes lo abrió en 1922. Un buen negocio tanto por su situación estratégica como por la fama de su cocina, que Donato se encargó de mantener y aún superar con su diligente servicio en la taberna y en el comedor, siempre llenos de gente de los pueblos que hacía parada antes de pasar el fielato, que estaba colocado a pocos metros de allí, y de albañiles y empleados de la Fábrica Nacional que también estaba cerca. Asimismo disponía de algunas camas para los más necesitados de descanso e incluso de un cobertizo en la parte trasera para que las caballerías pasaran la noche bajo techo. 



Tenía fama el pollo asado que preparaba Angelines, la reina de la cocina, y resultaban especialmente agradables las meriendas, al caer la tarde en la terraza que daba al río. Una ensalada, una tortilla y un poco de chorizo con un porrón, sabían a gloria disfrutando del fresco que proporcionaban las aguas del Pisuerga. 


Donato murió en 1977 y la familia, que tenía otras aspiraciones, cerró la célebre taberna donde "se vivía mejor que enfrente". Más de cuarenta años después, aún se mantiene la tapia de la entrada e incluso el letrero que la identifica, «Casa Donato», como un guiño a la nostalgia.

-Fuente del texto y la foto 1: Historia de 100 tabernas vallisoletanas. José Miguel Ortega Bariego.

Almacenes El siglo XXI

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En 1887 publicaba El Norte de Castilla: "Se halla en el extranjero visitando los principales centros de la moda, el conocido comerciante D. Antolín Cobos, con objeto de hacer compras de los artículos de novedades para el establecimiento, que como dijimos a nuestros suscriptores se ha de abrir dentro de breves días en esta capital.
"Al siglo XX", propiedad de los señores Cobos y Martín, fue uno de los primeros comercios que tuvo luz eléctrica en Valladolid, inaugurándose la instalación en 1888: "Anteanoche se inauguró la luz eléctrica en el acreditado establecimiento titulado "Al Siglo XX". El Sr. Martín, dueño de tan surtido comercio obsequió a algunos de sus parroquianos con profusión de dulces y escogidos licores. En los alrededores del citado establecimiento había una infinidad de personas que admiraban lo bien puestos que están los aparadores y el magnífico aspecto que con la nueva luz presenta todo el comercio que con tanta frecuencia es visitado por el vecindario de esta población." 

El edificio en la actualidad

Ángel Chamorro Sanz adquirió la tienda de tejidos y alfombras, almacén de novedades "Al siglo XX" a quienes eran sus propietarios ya a comienzos del siglo XX y habían cambiado el nombre para adaptarlo al siglo, los señores Rodríguez, Manrique y compañía. 
Chamorro fue alcalde de Valladolid en 1935 y presidente de la Cámara de Comercio entre los años 1931 y 1957.


No ha pasado el tiempo por este establecimiento que en rotonda gigantesca entre Cánovas del Castillo y Regalado, ha visto correr, como testigo mudo, los principales acontecimientos de este siglo.

Fuente: https://funjdiaz.net/comercio/ficha.php?id=194

El desaparecido Parador de la Alegría

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Al finalizar la construcción de la nueva carretera de Madrid, Valladolid creó más allá de las Puertas del Príncipe Alfonso una zona de posadas y almacenes que burlaban, dentro de la legalidad, el pago de impuestos que había que satisfacer en todos los fielatos de entrada a la ciudad.
Una de esas posadas fue "El Parador de la Alegría", donde los mercaderes y su ganado descansaban de sus fatigosos viajes. 
Situada en el paseo del Arco de Ladrillo, había un constante trasiego de viajeros, caballerías, carromatos...
Disponía de 38 camas, de las que una gran parte de ellas eran ocupadas por maquinistas y fogoneros de Renfe que en la jornada siguiente debían emprender viaje.
El arquitecto Ortiz de Urbina construyó en 1880 el edificio actual, a modo de chalet suizo, que continúa en pie a pesar de sus más de cien años de existencia. El establecimiento cerró sus puertas en el año 1977. Actualmente otro local con otro nombre ocupa el inmueble.




Fuente: Historia de 100 tabernas vallisoletanas. José Miguel Ortega Bariego

Los restos y el ajuar funerario de Teresa Gil

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Desde enero de 2010 permanece expuesto al público la exposición del ajuar funerario de Teresa Gil en una sala del museo del Monasterio del Sancti Spiritus de la localidad de Toro (Zamora), acondicionada especialmente para albergar esta muestra, donde se expone de forma permanente. En esta colección se puede admirar el ajuar funerario de Teresa Gil, esto es, la ropa con la que esta mujer fue enterrada, que tras una excelente conservación a lo largo del tiempo y una cuidada restauración de los tejidos, ahora acerca a los visitantes del museo a la forma de vestir de la clase nobiliaria de la Baja Edad Media.


Las piezas que se pueden admirar son el brial, la camisa y el tocado, expuestas en vertical, así como el velo, que es «una pieza sorprendente y muy bonita», un mechón de pelo, los guantes, que se mantienen rellenos con algodón, dos sábanas mortuorias, las ligas, restos del cojín y restos de pieles de la prenda exterior, que era un pellote, «una especie de pelliza de abrigo hecha con tiras de piel y, sobre ellas, unas telas delicadas de seda, que se han perdido».


Estas piezas textiles, anteriores al año 1310, año en el que fallece Teresa Gil, poseen una importancia «muy considerable», debido a que en España apenas se conservan tejidos de este tipo, pues «el siglo XIV no dejó grandes cosas» en este sentido; sin embargo, señala que sí se conservan muchos textiles posteriores a esta época, e incluso anteriores, sobre todo islámicos, que son «muy interesantes».








Este ajuar funerario fue descubierto en el año 2001 durante los trabajos de recuperación del sepulcro de Teresa Gil.
Teresa Gil constituye una gran figura de la Baja Edad Media. Aunque nacida en Portugal, fue nombrada «ricahembra de Castilla», título otorgado a la nobleza española.


Se presupone que fue amante del rey Sancho IV, lo que, aparte de muchos favores, también le supuso una rivalidad manifiesta con la reina María de Molina, quien le impuso el destino de primera abadesa perpetua del monasterio cisterciense de las Huelgas Reales de Valladolid en 1282.


 Gracias a su testamento, Teresa Gil se convirtió en la fundadora del Monasterio del Sancti Spiritus de Toro, pues en él ordenaba la construcción de este convento, en el que además está enterrada,  y se cree que fue abadesa del monasterio de las Huelgas Reales de Valladolid.

Fuente: https://www.laopiniondezamora.es/toro/2010/01/02/ajuar-abadesa/407663.html

La desaparecida calle de las Once Casas (Tirso de Molina)

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Según el Plano de Bentura Seco de 1738

El Monasterio de Santa Clara de Valladolid poseía unos extensos terrenos adyacentes a las huertas de las religiosas. Para aprovechar dichos terrenos se hizo una calle en la cual se construyeron "once casas" de planta baja. Estas viviendas pertenecían al convento y él las debió edificar. 



Al paraje se le consideró enseguida como vía pública. A la calle se le puso el nombre de Calle de las Once Casas. A finales de los años 20 del siglo pasado el Ayuntamiento propuso que se le cambiase el nombre por el de "Tirso de Molina".
En el número 4 de esa calle hubo uno de los pocos "pozos de nieve", donde se recogía y guardaba en invierno el hielo que se formaba en algunas charcas y en el río, del que luego se hacía uso para refrescar las bebidas en el verano.


Antigua calle de las Once Casas

Las citadas casas finalmente fueron derribadas edificándose en el lugar modernos bloques de viviendas. Como recuerdo de la humilde calle se le dio el nombre de Plaza de las Once Casas a una plazuela sita en la esquina de las calle Portillo de Balboa y Tirso de Molina.

Fuente: Las Calles de Valladolid (Juan Agapito y Revilla)

La Antigua por fin restaurada.

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Por Paulino González, párroco de La Antigua
La iglesia Santa María La Antigua es, junto con la Iglesia Santa María la Mayor que se convertiría posteriormente en colegiata y más tarde, en el siglo XVI, en Catedral, de las más antiguas de Valladolid. Aparece por primera vez citada en un pergamino que se conserva en la Catedral fechado en 1177 (legajo 29, nº 52), donde se dice que el abad de la Colegiata se reserva las rentas de Santa María la Antigua. 



Esta primitiva Iglesia, que sin duda sería románica, sufrió muchas trasformaciones. A finales del siglo XII o comienzos del XIII se construyeron la airosa torre y el claustro, los restos más antiguos de estilo románico. Con el paso del tiempo, se convirtió en gótica, como muestran los tres ábsides del templo. Era sin duda la Iglesia más bonita de Valladolid y, por ello, en 1897 fue declarada Monumento Nacional Sin embargo, con el tiempo, apareció un problema de cimentación (por la zona del claustro pasaba el río Esgueva), que obligó a frecuentes reparaciones. 
A comienzos del siglo XX La Antigua estaba en unas condiciones lamentables. Los muros se agrietaban por falta de cimentación y se caían hacia los lados. Hacia 1900 comenzó a restaurar la iglesia el arquitecto Antonio Bermejo, responsable también de la reconstrucción del Alcázar de Segovia, tras el incendio de mediados del XIX. Las obras se iniciaron por el claustro, pero Bermejo murió en 1901 y su sucesor, Vicente Lampérez, dimitió en 1904, al no ver la forma de mantener la iglesia en pie. El templo permaneció abierto hasta 1908, cuando el culto se trasladó a Las Angustias. Como era Monumento Nacional, el Gobierno responsabilizó de los trabajos a Ricardo García Guereta, que comenzó la restauración de la torre en 1912. La intervención, de la que se conservan fotografías, concluyó 1915, pero el mal estado de las naves obligó a su desmonte. Solo los tres ábsides góticos, la torre y el claustro románico, permanecieron en pie. 


En el ábside mayor, es decir en el presbiterio, se conservó el retablo de Juan de Juni pero, para evitar el deterioro y los robos, se cerró el arco triunfal con un tapial. En el año 1922 se trasladó el retablo a la Catedral, donde ha permanecido hasta nuestros días. 
Las tres naves desmontadas fueron levantadas de nuevo y, aunque consta que en el año 1934 se firmó la liquidación y se entregaron las obras, por los avatares políticos de la República, la Guerra y la posguerra, el templo no se abrió hasta 1952, cuando recibió el Santísimo Sacramento desde Las Angustias. En 1947 Anselmo Arenillas construyó la sacristía, además de la puerta de Santa María de la Catedral. 



En 2010 se restauró la cubierta y, aprovechando los andamios, se limpió la Iglesia por fuera, a excepción de la torre. En el interior, la piedra se había vuelto oscura por los ataques de microorganismos consecuencia de las humedades (no olvidemos que el río Esgueva pasaba junto al claustro), y también por el humo, ya que durante la guerra, las tropas hicieron hogueras para calentarse. Tampoco ayudó el sistema de calefacción instalado con posterioridad. 
Son muchas las voces que han urgido su limpieza, sobre todo teniendo en cuenta que es una parroquia donde con mucho culto, especialmente bautizos y bodas; y, después de superar muchos obstáculos, comenzaron los trabajos, que se han prolongado del 15 de octubre de 2018 al 31 de marzo del 2019.

Actuaciones en el interior del templo (Por Javier Rivero, constructor)
La Antigua, como llamamos los vallisoletanos a la Iglesia de Santa María de La Antigua, forma parte inseparable de la historia de la ciudad. Testigo de sus cambios, es uno de los pocos vestigios medievales que permanecen en Valladolid y, sin duda, es uno de sus símbolos más emblemáticos. 
En 2018 se inició su restauración para devolver la dignidad al monumental espacio interior de sus muros. La suciedad que presentaban sus paramentos y bóvedas no nos dejaba apreciar su magnífica escala, así como los numerosos detalles que ahora sí quedan a la vista, como los medallones y capiteles de los ábsides góticos y el espléndido trabajo de cantería de su nave principal, obra del S. XX, que no debemos menospreciar en absoluto a pesar de no ser “original”. 



Antes del inicio de las obras, el espectador quedaba sorprendido por la oscuridad; la iluminación era escasa e inadecuada y el nivel de oscurecimiento de todos los paramentos interiores muy alto, por lo que se concluyó, en su día, que resultaba totalmente necesario analizar los antecedentes para intentar descubrir las causas de todas estas patologías, y procurar que la reparación propuesta fuera la más adecuada. 
El equipo de la dirección técnica de la obra determinó las diferentes causas que afectaron a la piedra, como por ejemplo, la diferente porosidad y dureza entre las diferentes épocas, las goteras que hasta fechas muy recientes han sido muy abundantes y, por último, las calefacciones a base de carbón que estuvieron funcionando entre los años cincuenta y setenta del siglo pasado. Se añadían también los sistemas de calefacción de los últimos años, con calefactores de gas butano, así como las velas y el propio vapor de agua que generamos los propios fieles y visitantes del templo.



 Una vez identificadas las causas, posteriormente se eligieron los diferentes sistemas de restauración para las distintas zonas de la Iglesia, utilizando sistemas de micro proyección en seco de materiales, como el polvo de piedra pómez. 
Además de su limpieza, se procedió a acometer la nueva iluminación del templo. Consideramos que el resultado final, nos permite a todos contemplar con orgullo renovado la grandeza y esplendor de nuestra querida Iglesia de “La Antigua". 

-Extraído de la revista "Iglesia en Valladolid". Publicación especial sobre este acontecimiento.

El día que el príncipe Juan Carlos atropelló a un ciclista en Olmedo

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Corría el año 1955. En Madríd, en el palacio de los Montellano, prosigue Juan Carlos, el futuro heredero al trono, sus estudios preparativos para su ingreso en la Academia Militar de Zaragoza junto a un escogido grupo de compañeros aristócratas de su edad. El severo preceptor del príncipe, el general Martínez Campos, lo somete a un plan de estudios espartano, de manera que Juan Carlos apenas sale de la mansión.
Los domingos, después de misa le organizan algún viaje cultural por los alrededores de Madrid, para que se airee.
Un día toca visitar el castillo de la Mota, en Medina del Campo, sede central y escuela de mandos de la Sección Femenina de Falange. El general se adelanta con su coche oficial. Juan Carlos viaja en el Mercedes de servicio conducido por su profesor de Geometría y trigonometría, el teniente coronel Emilio García Conde. En el asiento de atrás dormita el futuro general Alfonso Armada, también profesor suyo. Cuando salen de Madrid, el príncipe suplica a García Conde que lo deje conducir.
---No puede ser ---replica el militar-. Su alteza no tiene carné.
Cuando el príncipe se emperra en una cosa puede acabar con la paciencia de cualquiera. García Conde termina por cederle el volante. En el paso a nivel con barreras de Olmedo, don Juan Carlos atropella a un ciclista sin más consecuencias que el pantalón roto, desollones superficiales en la pierna y una rueda de la bici destrozada. García Conde zanja el asunto entregando una generosa propina al accidentado.
Sin más contratiempo llegan al castillo de la Mota con García Conde nuevamente al volante. Durante el almuerzo, Juan Carlos comenta, locuaz y despreocupado, el incidente del ciclista y lo contento que marchó el pobre diablo tras percibir su generosa compensación.
El general Martínez Campos guarda silencio, pero en cuanto levantan los manteles se lleva aparte a Armada y le ordena secamente:
-Busca al herido, recupera el dinero y da parte del accidente a la policía de carreteras.
Armada objeta que no tienen idea de quién es y que la lesión ha sido apenas una rozadura.
¿Es que no os dais cuenta de las consecuencias si se le gangrena la herida? Vosotros buscadlo. El príncipe se vuelve a Madrid conmigo.
A los pocos días, el general Martínez Campos le entrega a Juan Carlos un sobre grande que contiene otro más pequeño, que a su vez contiene otro más pequeño y así sucesivamente hasta un último sobre en el que el príncipe encuentra su regalo sorpresa: un flamante carné de conducir a su nombre.
Alfonso Armada narra el incidente en su libro Al servicio de la corona, 1983

Fuente: De la alpargata al seiscientos. Juan Eslava Galán

Acuña, el obispo guerrero

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Los castillos españoles sirvieron tanto para defenderse de los enemigos externos como de los internos, tanto para impedir que entrara el sitiador como para evitar que saliera el recluso. Los castillos fueron quizá, más a menudo que fortalezas, prisiones a las que iban los enemigos del Estado... o del príncipe. 
Simancas tiene su buena lista de prisioneros célebres, pero ninguno como el obispo de Zamora, don Antonio de Acuña. ¡Qué tipo humano! A principios de siglo XVI toma partido por las Comunidades contra el emperador Carlos V. Pero en ese partido no se limita, como sus hábitos piden, a rezar por las victorias de Padilla, Bravo y Maldonado. El obispo Acuña es obispo guerrero, de cuya actividad se burló con gracia y mala intención otro obispo, Antonio de Guevara, que había puesto su cultura e inteligencia polémica a favor de la Casa Real. En una de sus epístolas familiares, Guevara ironiza sobre el cura soldado que no sólo se militariza él sino que militariza a otros hombres de Cristo. 
Y le recuerda cómo uno de ellos tiraba y bendecía al mismo tiempo. 
«En el combate que dieron los caballeros en Tordesillas contra los vuestros, vi con mis propios ojos a un vuestro clérigo derrocar a once hombres con una escopeta detrás de una almena; y el donaire era que al tiempo que asestaba para tirárles, los santiguaba con la escopeta y los mataba con la pelota.» 


Acuña en el sitio de Valdeprado

Sobrevino Villalar; Padilla, Bravo y Maldonado fueron condenados a muerte y ejecutados al día siguiente de la batalla. Acuña, siendo obispo, se salvó y fue encerrado en Simancas con la esperanza de un arrepentimiento. Allí vivió en una celda circular del último cuerpo del torreón. Pero no era hombre para estar encerrado, y había dado órdenes a unos clérigos para matar al mayor número posible de soldados del rey, era natural que se autorizara a sí mismo el desafuero. Las ungidas manos episcopales se agarraron al cuello del alcalde de la fortaleza, Mendo de Noguerol, y lo estrangularon. Quiso huir después, lo agarraron, y el alcalde Ronquillo, en vista de que Acuña se había olvidado de su condición eclesiástica, decidió hacer lo mismo y, tras rápido proceso, lo mandó degollar. Los partidarios de la comunidad que aún quedaban en Castilla hablaron de sacrilegio. Los demás, aun fervientes católicos, aceptaron la condena. 
Hombres como él no podían estar ni siquiera encerrados.

De escaparates por la calle Duque de la Victoria en el año 1929

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Vista general de la calle Duque de la Victoria en 1929

Por VÍCTOR VELA 
25-6-19 El Norte de Castilla. Valladolid

-La calle Duque de la Victoria apenas tiene cosas viejas que contar. Su historia pertenece al presente y al porvenir-, decía hace 90 años el cronista de El Norte de Castilla que, en julio de 1929, se dio un paseo por la calle y visitó sus principales negocios para contar después la actividad que allí se vivía a los lectores del periódico.
Decía el autor del artículo que la calle Duque de la Victoria era (es) -en Valladolid el testimonio del siglo XX, de la vida actual, moderna y progresiva de la ciudad, y más aún todavía: de su futuro optimista-. -Sus edificios, su comercio, todo el ritmo diario de su vida dan en ella esta poderosa sensación, fuerte y joven, de alegría y vitalidad-.
La vía, que ya en el siglo XIII era conocida como calle de los Olleros (aquí era donde estaban quienes fabricaban ollas), recibió su nombre actual en abril de 1856, en agradecimiento a los títulos que el militar Joaquín Baldomero Fernández Álvarez entregó a la ciudad en 1854.
-Las largas paradas de taxis, el cruce incesante de autos, tranvías y autobuses públicos, el movimiento a todas las horas del día marcan estos trazos modernos de la calle magnífica que enorgullece a Valladolid y ostenta una vida comercial próspera y brillante-, escribía el autor del artículo, quien reconocía que para el periódico tenía esa arteria un significado especial.

Fachada de la redacción de El Norte de Castilla en 1929

-En ella se levanta la casa de El Norte, nuestro propio hogar. Es esta calle la primera que recibe el rumor de los grandes sucesos, las noticias inesperadas. En ella ve el periodista amanecer todos los días, cuando el trabajo ha terminado, la rotativa empieza a perpetuar en nuestras páginas todas las noticias y un ejército de vendedores (modestos y constantes camaradas) extiende por todos los rincones de la ciudad estas páginas que han nacido en la calle del Duque de la Victoria-

Interior de Imprenta Castellana

Tenía entonces El Norte cien años menos de historia (ahora celebra su 165 aniversario) y se presentaba ante los lectores como un vecino más de una calle plena de actividad comercial. Junto a la redacción de El Norte estaba la Imprenta Castellana. -Una imprenta única de la región que cuenta con modernísimas máquinas de componer, rotativa para grandes tiradas, estereotipia y los grandes talleres de fotograbado-. Y junto a ella (con talleres en Montero Calvo 17 y oficinas en Duque de la Victoria, 31) Foto Castilla. Se publicitaba con su oferta para trabajos -montados con arreglo a los últimos adelantes, con técnicos especializados, dibujantes y fotógrafos propios-.

Entrada del negocio Gil San José Hernando

En el número 22 estaba el comercio de Gil San José Hernando, un hojalatero y vidriero. -Esta casa, fundada en 1860 por don Modesto San José y hoy regida por su hijo, Gil San José Hernando, se encarga de toda clase de trabajos en zinc, plomo, pizarra, hoja de lata o cristal, canalones y cañones bajantes, rótulos luminosos, letras de zinc y vidrieras en colores, de adorno y dibujo-.

Fachada del comercio Niceforo Hernández

El paseante que hace 90 años caminara por Duque de la Victoria encontraría en el número 7 el negocio de Niceforo Hernández. -Nadie haga sus compras sin antes visitar esta casa», se publicitaba.

Escaparate de P. Lobato

Compartía número con la joyería y platería de P. Lobato (sucesor de Cuadrillero). -No olvide esta dirección cuando desee adquirir una cosa buena-, decía la publicidad del periódico, que recordaba que se ofrecían -precios normales-, no fuera a ser que la promesa de buena joyería echara para atrás a los clientes. -Alhajas de suprema elegancia e imponderable valor. Gran variedad en pulseras de pedida, relojes de oro y platino, sortijas, alfileres, etc. etc. Metales y piedras preciosas siempre a elección del clientes para la confección de sus encargos-.

El comercio de tejidos Casa C. Sánchez

Le seguía, en el número 13, la casa C. Sánchez. -La más antigua y económica en tejidos de todas clases, colchas, mantas para cama y viaje, cortinajes, alfombras, géneros de punto, velos, mantos y peletería. Cuarenta años de comerciar en las mejores calidades a los mejores precios-.

Y en el número 15 se encontraba Casa Villarrubia, que ofrecía mercería, paquetería, género de punto, juguetes y una sección de 'todo a 0,95 pesetas'.

Fábrica de Sombreros García Hermanos

Un poco más avanzada la calle, en el número 19, estaba la fábrica de sombreros para señora y niños García Hermanos. -Siempre novedades-.

Mercería Casa Virto

También en la acera de los impares, en el número 21, estaba Casa Virto, -dedicada a los artículos de sastres y modistas-, con -gran taller de plisados y vainicas-.

En la acera de enfrente, la de los números para, la oferta incluía en el número 4 Casa Giménez. -Esta es la sastrería predilecta del público más exigente para vestir bien. Inmenso surtido en pañería. Confección impecable. No se demora ningún encargo en ninguna época-.

Camareros del Café Madrid a la puerta del establecimiento

Con el mismo número 4 se presentaba el Café Madrid. Su propietario, Gregorio Huidobro, presumía de -servicio esmerado, exquisito café concentrado, licores de legítimas marcas-. -Es el preferido del buen público a la salida de los espectáculos por sus chocolates, sus helados y viandas de todas clases-.

Fachada de Juan Manuel Calvo

Unos pasos más allá, en el número 18, estaba el almacén de calzado, alpargatas y zapatillas Juan M. Calvo. -Gran surtido de calzados de lujo a precios baratísimos-, decía el anuncio, donde se recordaba que su teléfono era el 2.410.

Círculo de Recreo

Y, además, en la calle estaba el Círculo de Recreo y el -suntuoso edificio levantado por la Compañía Telefónica Nacional para la instalación de todos sus servicios-.
-Las ventajas que representa el teléfono automático para las comunicaciones urbanas son apreciadas ya por todos los hombres y entidades que dedican sus esfuerzos al comercio, la industria o la banca. Ha sido para Valladolid una gran mejor la innovación de las antiguas redes y la capital corresponde con la Compañía, enviándole diariamente muchas órdenes de alta en el servicio, al cual atiende con un cariño e interés que le hace deseables los más grandes aciertos», decía el publirreportaje publicado en julio de 1929.

Fuente: http://bit.ly/2Lm6CrX
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