Quantcast
Channel: Vallisoletvm
Viewing all 121 articles
Browse latest View live

Foncastín o los hijos del éxodo.

$
0
0
Plaza - Foncastín (Valladolid) - En el antiguo lugar de Foncastín se creó después de la guerra civil un pueblo con colonos llegados de la provincia de León, y cuya iglesia se puede observar en el centro de la imagen.
Foto: Fundación Joaquín Díaz
El 28 de noviembre de 1945 se dio uno de los éxodos más tristes que un pueblo tuvo que realizar durante la época del franquismo por culpa de la inundación del mismo. El pueblo de Oliegos, en la verde y montañosa Cepeda leonesa, fue sepultado por el embalse de Villameca. 38 familias recogieron sus enseres, cerraron las puertas de sus casas y emprendieron viaje en 30 vagones, los tres primeros para las personas y los 27 restantes para el ganado y sus pertenencias. El destino, Foncastín, una finca en la llana provincia de Valladolid.

Foto: Diario de León
Hoy Foncastín, que un día se llamó Foncastín de Oliegos pero ya no, huele a la Cepeda. Hay una calle León, hay un bar que se llama El Rincón de Oliegos y en él toda la decoración son cuadros, fotografías que ya no se podrán volver a hacer pues son imágenes del pueblo antes de que lo anegara el pantano de Villameca. Ahora hace 73 años.


Aquel viaje sin retorno, desde los montes de León a la llanura castellana, permanece en la memoria de Pedro Castro, uno de los vecinos de mayor edad de Foncastín. Con más de 19 años dejó atrás un mes antes Oliegos para “abrir el camino” al resto de familias en el nuevo emplazamiento, una finca de unas 1.700 hectáreas, propiedad del Marqués de la Conquista. En esta finca se levantó un pueblo blanco, de diseño geométrico, para albergar a los cepedanos transterrados.
 De allí partieron unas 200 personas cargadas con sus enseres, ganados y símbolos religiosos en un tren de 30 vagones rumbo a Valladolid aunque hubo otras que decidieron permanecer en la zona. La muerte fue en este caso anunciada. La agonía de Oliegos comenzó años antes de la década de los 40 puesto que desde 1933 se conocía el proyecto del embalse de Villameca.

Oliegos en una foto de la época

La Guerra Civil española paralizó la construcción de la presa que inauguró Franco la tarde del 2 de octubre de 1946. Por ello, al viejo Oliegos nunca llegó la electricidad puesto que estaba condenado a desaparecer bajo las aguas del embalse de Villameca. El pueblo nombró a un defensor aunque su oposición a aquella infraestructura del franquismo no frenó su desarrollo.
“Señores, las compuertas de la presa ya están bajadas”. Éste fue el aviso que desencadenó la travesía de aquellas familias, la mayoría numerosas, y a la que se resistió Saturnino, que llegó cinco días más tarde a Foncastín. La marcha arribó en la estación del Norte de Valladolid a las 11 de la noche.
Los enseres y animales, que ocupaban 27 de los 30 vagones, llegaron en el tren a Medina del Campo donde tuvieron que ir a recogerlos, entre ellos, las campañas de Oliegos y varios santos como Las Angustias o San José. En total, pagaron 17.000 pesetas por el viaje.

Fotografía: LaNuevaCrónica.com
El 30 de noviembre la caravana, que se desplazó en autobús desde Valladolid, tomó posesión de Foncastín. Las autoridades leonesas y vallisoletanas así como del Instituto Nacional de la Colonización presidieron la génesis de aquel pueblo que por azar del destino no se ubicó en tierras de Benavente o Huesca –las alternativas que se barajaron-.



Explicaron que las casas existentes no eran suficientes, lo que obligó a algunos a ocupar las corralizas y a otros a desplazarse a Rueda. Todavía tardarían seis años en levantarse todas las viviendas, diez la iglesia y aún más el cementerio. Las campañas durante años lucieron en un alto colgadas de dos palos y la escuela se ubicó en unos barracones, donde por la noche algunos mejoraron su lectura y escritura.

De paseo por las primeras calles de la localidad
Foto: http://www.leonoticias.com
A las puertas del ya duro mes de diciembre, comprobaron con decepción que del pueblo nuevo prometido no había ni rastro. Foncastín, la tierra prometida, eran los barracones de la finca de un Marqués, no había ni casas, ni agua, ni pueblo, ni nada. Por sus tierras y casas, recibieron en conjunto 4,5 millones de las antiguas pesetas, una cantidad en su opinión menor al valor real pues la tasación fue hecha antes de la Guerra y la venta se hizo efectiva en 1945. Este dinero no fue suficiente para pagar las nuevas casas y parcelas, que se dividieron en pequeñas, medianas y grandes (de 15, 20 y 30 hectáreas).

En recuerdo de Oliegos
Los transterrados llevaron al valle del Zapardiel sus ganados y aperos, las costumbres de La Cepeda. Rápidamente descubrieron la fertilidad agrícola de aquella amplia hondonada. Todavía hoy, después de 64 años, el bar del pueblo lleva el nombre de ‘El rincón de Oliegos’ y dos de sus calles los de Villameca y León. También sus apellidos siguen siendo los de su oriunda comarca (Magaz, Mallo, Fernández y García). Además, mantuvieron al alcalde, Nicanor Magaz, y conservaron a sus santos ya que las fiestas patronales son Las Candelas y San Pedro así como la receta de las ricas “margaritas”.



En la plaza de la localidad, la iglesia atesora las campanas e imágenes de Oliegos. También se erigió un monumento, una campesina leonesa, en memoria de aquellas gentes, cuyos recuerdos siguen evocando aquel paisaje solitario, bello y melancólico. Sin embargo, muchos lamentan el olvido de las instituciones leonesas y valoran el apoyo de la Diputación de Valladolid, que patrocinó la publicación de un libro sobre su historia de vida.

La sequía saca a la luz los restos de la localidad de OliegosFotografía: Martínezld
Al final del estío, se descubre con facilidad los restos del viejo poblado en la parte posterior del embalse. Perfectamente dibujadas puede contemplarse las calles, los planos de las casas e incluso el espacio alargado de la iglesia. También se distinguen los molinos, los muros de los prados y la calzada que proseguía valle arriba en dirección a Los Barrios de Nistoso (León).

Fuente: http://www.leonoticias.com/frontend/leonoticias/Foncastin-La-Tierra-Prometida-vn41914-vst306
Fuente: http://bibliotecasespecializadasdezamora.blogspot.com.es/2010/12/

Wamba, rey a su pesar

$
0
0
Iglesia de Santa María
En el año 672, del rey godo Recesvinto al parecer hizo la trashumancia buscando una mejoría a sus dolencias en las salutíferas aguas de Fuente Honcalada.
Aposentado en este lugar de los Torozos, el día 1 de septiembre Rescenvinto falleció. La búsqueda de un nuevo rey se alargo varios días, hasta que encontraron a Wamba, en su retiro, haciendo lo que cualquier jubilado ocioso. Labrar sus tierras y disfrutar de su jubilación, tras una larga etapa como ''militar'', sirviendo a diferentes reyes Godos.  Porque fue ley de los godos que el nuevo monarca debe ser elegido en el mismo lugar en que falleciera el anterior. Esto es solo una suposición, pues toda la vida anterior a su coronación, esta envuelta en un halo de misterio, leyendas y datos poco fiables. 

Estatua de Wamba de una serie de monarcas españoles de la plaza de Oriente (Madrid)
Wamba se opuso cuanto pudo a recibir la corona y durante su reinado mantuvo esa distancia con los oropeles. Las lecturas escolares escenifican ese rechazo en el desafío de un Wamba labriego que se compromete a aceptar la corona si florece la garrota con la que arrea a los bueyes (cuenta la leyenda que al clavar el palo en la tierra, súbitamente reverdeció, cubriéndose de verdes hojas y blancas flores). También su breve reinado, interrumpido por una conjura, aparece salpicado de leyendas.
Lo cierto es que murió en la localidad burgalesa de Pampliega, como atestigua un monolito rematado por una cruz de hierro.


Aunque el relevo de reyes le dio nombre, no fue el único episodio notable ocurrido en Wamba. Tres siglos más tarde se retiró a su cenobio el obispo Fruminio, dimisionario de León, quien impulsó la construcción de la iglesia mozárabe cuya estructura todavía pervive dentro del cascarón románico. Y haciendo valer su condición episcopal, la consagró a Santa María, que era la advocación usual de las catedrales. Un refrán hace broma con las dádivas de esta mitra jubilada: El prelado de Wamba da lo que le sobra para salvar su alma. Los vestigios mozárabes de la iglesia son los más arcaizantes que se conservan de este estilo. Quedan muy lejos de la gracilidad de San Cebrián de Mazote.
Su traza remite más a San Juan de Baños. Sin embargo, apenas nada se ha encontrado del primitivo cenobio visigodo. Dos tenantes de altar y un capitel que se usa como pila del agua bendita.


Dos siglos más tarde, ya en el doce, Wamba pasó a ser una encomienda de los hospitalarios de San Juan, a la que se retiró en 1175 doña Urraca. Esta regia dama era hija del rey de Portugal y esposa de Fernando II de León, quien después de repudiarla la arrumbó aquí con una buena dote. Hasta fines del siglo diecinueve estuvo en pie la capilla que guardaba sus restos, derribada entonces para construir el ayuntamiento. Wamba se encuentra en el valle del Hontanija, un riachuelo tributario del Hornija que nace en la fuente de los Ángeles de Villanubla. Su menguado caudal, muy sensible al estiaje, se adorna con tupidas choperas y movió varios molinos e incluso la pesada turbina de una fábrica doméstica de electricidad. Desde la zona recreativa que rodea al Hontanija, los pasos del visitante acceden a la plaza Mayor, donde está la iglesia, por la calle de la Fuente, en la que se suceden dos caños.


 La fuente Honcalada ofrece su manantial digestivo en la salida hacia Villanubla. Entrando a la plaza por este flanco, se aprecia el testero mozárabe de la iglesia, que es la parte que salvaron los hospitalarios al construir el templo románico. Lo más atractivo del exterior es la portada de los pies, en la que sobresalen los arquillos que recorren las arquivoltas, de clara filiación oriental. El tímpano recoge la fecha de su construcción: 1195. Esta portada estuvo mucho tiempo tapada por el frontón de pelota pero ahora forma un hermoso rincón con la vecina puerta del antiguo cenobio.


 Las últimas reformas despojaron a la iglesia de otros apósitos bastardos, aunque el flanco que cierra la plaza hacia el ayuntamiento desmerece el conjunto. Antes se había achatado la estatura de la torre y esta rebaja contribuyó a la imagen apaisada del conjunto.
La visita a Wamba no puede prescindir de la entrada al interior de su iglesia y a la capilla del osario, que se ha convertido en uno de los reclamos más buscados. Se trata de un recinto fascinante. 

Osario
Foto: www.panibericana.com/

A lo largo de la calle de la iglesia se suceden las cruces del calvario sanjuanista unas empotradas en los muros, otra junto a la iglesia, las más alejadas en el cementerio y en la pradera de la ermita de la Virgen de la Encina, saliendo hacia Peñaflor de Hornija. La ermita del Humilladero, del dieciséis, es una construcción mínima pero de aspecto muy repulido. El circuito peatonal por Wamba se abrocha recorriendo la calle de la Cruz, que enlaza con la de la Fuente a través de los Pajares. El callejero de Wamba resulta sinuoso y se enreda en frecuentes corros y metidos.

Fuente: Tierra de horizontes (Ernesto Escapa)

La batalla de Torrelobatón

$
0
0


La toma o batalla de Torrelobatón fue una operación militar llevada a cabo por el ejército comunero a finales de febrero de 1521, en el marco de la Guerra de las Comunidades castellanas.


Desde todas las ciudades comuneras llegaron tropas a Valladolid hasta alcanzar la cifra de 6000 infantes, 600 caballeros y una potente artillería. 


Este ejército salió secretamente de la ciudad al mando de Padilla para poner sitio a Torrelobatón, posesión del Almirante e importante punto estratégico. 
El duro asedio se prolongó durante cuatro días.
La muralla y el castillo sufrieron graves daños durante el asedio. Cuando finalmente cayó la población, Padilla tomó el castillo tras amenazar con ahorcar a todos los habitantes si el alcaide no se rendía. 


Esta victoria despertó el entusiasmo de los comuneros y la inquietud entre la alta nobleza: los comuneros habían atacado las posesiones del mismísimo Almirante de Castilla. El cardenal Adriano reprocharía la actitud negligente de los jefes del ejército, más preocupados por defender sus señoríos que por ayudar al rey.

-Dibujos obtenidos del Centro de Interpretación del movimiento comunero (Castillo de Torrelobatón)

Tesoros de la Guerra de la Independencia en Valladolid

$
0
0


La acumulación de metales nobles como el oro y la plata, en forma de monedas y joyas, ha sido práctica acostumbrada a lo largo de la Historia. Su conservación como valor seguro ha dado lugar a su atesoramiento y ocultación en tiempos de inseguridad económica y, sobre todo, en momentos de amenaza y guerra para evitar su saqueo o su requisamiento. Esto ha venido deparando hallazgos ocasionales que frecuentemente proporcionan ricos conjuntos arqueológicos y una interesante información en torno a los hechos y acontecimientos históricos que provocaron tales ocultaciones.
En los términos municipales de Cabezón de Pisuerga y de Peñafiel tuvieron lugar, en 1963 y en 1989 respectivamente, los hallazgos de sendos tesoros: de joyas y monedas de oro y plata en Cabezón, y de monedas de plata en Peñafiel. En uno y otro caso, las fechas de los atesoramientos permiten vincular su ocultación al marco temporal de la Guerra de la Independencia (1808-1814), que tuvo importantes episodios en la provincia vallisoletanas.

El tesoro de Cabezón
Reúne ciento ochenta y ocho joyas de oro y plata, y setenta y tres monedas de oro de los reinados de Felipe V, Fernando VI, Carlos III y Carlos IV. Fue hallado dentro de "un ánfora" de cerámica, en el "Pago del Doctor", de Cabezón de Pisuerga, en el límite del Cerrato, zona donde ejerció su control la guerrilla de Tomás Príncipe. La cronología aportada por las monedas hizo relacionar su enterramiento con la batalla del puente de Cabezón, pero el reciente estudio de las joyas aclara que, si bien el momento de la ocultación se debe a partir de 1795 (fecha de acuñación de la moneda más moderna), las marcas de alguna de las alhajas piden llevar su datación hasta el segundo cuarto del siglo XIX.

Tesoro de Cabezón

Las características del conjunto de joyas y monedas hacen pensar que pudo pertenecer a un comerciante dedicado a la compra y venta de joyas de oro, quien lo pudo ocultar o a quien fue robado por cuadrillas guerrilleras, o por sus dispersos y desertores, en un momento avanzado de la guerra o con posterioridad a la finalización de la contienda, acaso ya en las querellas políticas del segundo cuarto del siglo XIX.

Tesoro de Cabezón
Las monedas del conjunto son poco variadas: salvo una de dos escudos, las otras setenta y dos son de medio escudo. Sin embargo las alhajas ofrecen una amplia variedad de tipos

El tesoro de Peñafiel
Fue hallado en 1989, oculto también en el interior de una barrilla de barro, en un almacén de la plaza del Mercado Viejo. Está formado por 280 monedas de plata pertenecientes a los reinados de Carlos III, Carlos IV, José Napoleón y Fernando VII. Dos de las monedas son francesas, de Luis XV, pudiéndose establecer la fecha de su escondite a partir de 1810, en el momento álgido de la actividad guerrillera en la zona de Valladolid.

Tesoro de Peñafiel
El día 29 de septiembre de ese mismo año los guerrilleros españoles expulsaron a la guarnición francesa de Peñafiel, teniendo el general Kellermann que enviar un fuerte contingente de tropas, con dos cañones, para recuperar la población. En tal situación, es muy probable que algún vecino decidiera esconder al menos una parte de sus caudales, y no debe extrañar que más de uno no pudiera, por una y otra causa, recuperar luego su patrimonio.

Tesoro de Peñafiel
El tipo de moneda predominante en este conjunto, el real de a ocho, fue acuñado en grandes cantidades en las Casas de Monedas de las colonias americanas, de las que procede la mayoría del monedaje de este tesoro: 183 monedas son de México, 42 de Lima, 24 de Potosí, 4 de Guatemala, 2 de Santiago de Chile. Solo 21 son de Madrid y 2 de Sevilla. El real de a ocho, era la moneda fuerte de la época.

Fuente: Museo de Valladolid

Iglesia de San Juan Evangelista de Arroyo de la Encomienda

$
0
0

Iglesia de estilo románico construida en el siglo XII. Se estima que la fecha de inicio de las obras en torno a 1150. Su estructura presenta una sola nave con presbítero recto y bóveda de medio cañón rematada con una cabecera semicircular cubierta con bóveda de horno. Conserva diferentes añadidos posteriores a la obra original, como la sacristía de la esquina nororiental, la espadaña y el coro que se eleva a los pies de la nave.


Siendo el románico vallisoletano, en general, rural, tosco, sencillo, pobre y tardío, hay un pequeño grupo de edificios que ofrece peculiaridades, debidas más a los medios financieros disponibles, más cuantiosos, que a diferencias de concepción estética. Se trata, como señaló Felipe Heras en su trabajo sobre el románico vallisoletano, de las iglesias del románico occidental o de órdenes militares.
La iglesia de Arroyo es un edificio de pequeñas dimensiones y, a pesar de haber sido muy restaurado, conserva bastante de su apariencia original.

La portada sobresale un metro de la fachada y está formada por un arco de ingreso de medio punto, sin tímpano y con cinco arquivoltas, protegida por un tejaroz. Tanto los capiteles como los canecillos que soportan el tejaroz aparecen decorados de forma muy variada y de buena calidad; se puede ver una escena de caza.
Lo más interesante de la iglesia de San Juan de Arroyo es la profusión y variedad de su decoración esculpida. Están tallados los capiteles del interior y exterior de la iglesia, además de las molduras, las líneas de imposta y los canecillos de cornisas y tejaroz.





En la segunda mitad del siglo XIX pasó a propiedad del senador indiano José Manuel Golleneche, quien patrocinó la reforma y restauración del templo. 

Foto: www.lafronteradelduero.com

A esa actuación corresponde el muro norte y la sacristía que tiene adosada, el traslado de la espadaña a los pies con la que se cubrió la nave con bóveda de cañón con ladrillo, aunque en su origen era de una armadura de madera., y la boveda de cañon que cubre la nave, además de algunos capiteles de nueva factura y el caracol de acceso al coro.


Las ventanas se decoran con capiteles ilustrados por un aguila, una sirena voladora y otra agarrando sus dos colas, un león engullendo una cabeza humana y motivos vegetales con bolas.

La iglesia a principios de los años 70 del pasado siglo
El repertorio escultórico se completa con los canecillos que sostienen la cornisa, donde figuras monstruosas arropan a un tipo en cuclillas, una liebre abatida,  búhos y un sapo plantando cara a la serpiente. En el interior del ábside sobresale la representación de la lujuria, con dos serpientes abrazando el cuerpo de una mujer desnuda.

Del libro Recuerdos y bellezas de España. 1861. Litografía de S. Isla
Se aprecia claramente la antigua ubicación de la espadaña antes de la reforma llevada a cabo en la segunda mitad del S. XIX

El románico de este templo se ha asociado a la corriente difusora del Camino de Santiago.
También se conoce como Iglesia de San Juan Ante Portam Latinam.

El "Empecinado" en Valladolid

$
0
0
Retrato de el Empecinado (Goya)

Por Jorge Sánchez Fernández
Si Juan Martín Díaz el «Empecinado» resulta ser el más egregio de los guerrilleros vallisoletanos la verdad es que, durante la Guerra de la Independencia, luchó poco, muy poco en Valladolid. Pero no sería justo comenzar sin detenerse en su figura objeto de síntesis (Mateo Martinez) y monografías extensas (Cassinello Pérez, Hernández Girbal) difíciles de superar. 

Nacido el 2 de septiembre de 1775, en la localidad vitícola de Castrillo de Duero, e hijo de labrador, en nuestro héroe despertaría una temprana vocación castrense que le impelió a fugarse para acudir a sentar plaza en el cercano Peñafiel, de donde fue de inmediato recogido por sus progenitores, quienes hicieron constar al encargado la corta edad (16 años) del recluta. Apenas año y medio més tarde, fallecido su padre, Juan Martín volvió a alistarse, participando en la guerra contra la Convención (1793-1795). 

Terminado el conflicto, se licencia, regresa a Castilla y, contraído matrimonio, transcurrieron años de vida silenciosa en Fuentecén. Antes del alzamiento nacional de mayo/junio de 1808, el «Empecinado», conduciendo una pequeña partida, interceptó a varios estafetas franceses en la carretera de Burgos a Madrid, engrosando la lista de aquéllos que quieren, o pueden, atribuirse el disputado título de «primer guerrillero castellano». 



Seguidamente, aunque no existan pruebas, Juan Martín, participaría en las batallas de Cabezón y del Moclin (12 de junio y 14 de julio de 1808). Escapado sano y salvo de ambas derrotas, reorganiza la partida, con la cual, durante lo que resta de año, hostiga a las tropas napoleónicas que se mueven entre Valladolid y Burgos. A fin de enganchar voluntarios a su grupo, garantiza el cobro de jornal diario, no soldada -puntualiza Gémez de Arteche-, a quienes se le unan. Durante este tiempo continúa en relación con su provincia natal, remitiendo a Peñafiel los prisioneros que hace en territorios próximos, para que sean enviados a los depósitos del sudeste del país. 

Fijémonos en el retrato literario que de «El Empecinado» traza Galdés: «Era don Juan Martín un Hércules; de estatura poco más que mediana, organización hecha para la guerra, persona de considerable fuerza muscular, cuerpo de bronce. que encerraba la energía, la actividad, la resistencia, la contumacia... Su semblante moreno amarillento, color propio de los castellanos asoleados y curtidos. Expresaba aquellas cualidades. Sus facciones eran más bien hermosas que feas, los ojos vivos, y el pelo aplastado con desorden sobre la frente, se juntaba a las cejas. El bigote se unía a las cortas patillas, dejando la barba limpia de pelo, afeite a la rusa que ha estado muy en boga entre guerrilleros, y que más tarde usaron Zumalacárregi y otros jefes carlistas. 

Casa natal de El Empecinado en Castrillo de Duero

Envolviase en un capote azul que apenas dejaba ver los distintivos de su jerarquía militar, y su vestir era, en general, desaliñado y tosco, guardando armonía con lo brusco de sus modales. En el hablar era tardo y torpe, pero expresivo... tenía empeño en despreciar las formas cultas, suponiendo condición frivola y adamada en todos los que no eran modelo de rudeza primitiva. .. Poseía un alto grado de genio de la pequeña guerra, y después de Mina, que fue el Napoleón de las guerrillas, no hubo otro en España ni tan activo ni de tanta suerte. . .». 

En el otoño de 1809, la guerrilla de Juan Martín sale de Castilla la Vieja colocándose al servicio de la Junta de Guadalajara. El «Empecinado» no volverá aparecer por Valladolid hasta finalizado el conflicto. 

Aquí, su último hecho de armas ocurrió cerca de Pedrosa del Rey, el 20 de agosto de 1809. Los guerrilleros atacaron una columna enemiga compuesta de infantería y caballería, entablándose un choque feroz, con la consiguiente persecución. 

El caudillo, herido de sable en el brazo y costado izquierdo, es llevado a Pollos, donde, curado por un galeno de Tordesillas, se recupera sin problemas. Casi repuesto marcha a Castrillo, con el propósito de visitar a familiares y amigos. Cuatro días estuvo en el pueblo, sin que los franceses llegasen a tener la menor noticia. Aquellos vecinos que el año anterior habían robado en el domicilio de su madre, y enviado al general Cuesta un escrito en que le presentaban como un verdadero forajido, provocando su entrega al afrancesado alcalde de Burgo de Osma, son sacados a la fuerza de sus escondites y puestos en presencia del guerrillero, que declara no albergar deseos de venganza, invitándoles a comer con los suyos. Tras esta estancia. el «Empecinado» se despide, por mucho tiempo, de Valladolid.

Fuente: ¡Nos invaden! Guerrilla y represión en Valladolid durante la Guerra de la Independencia Española. 1808-1814. Jorge Sánchez Fernández


El gran incendio de Medina del Campo de 1520

$
0
0


El 21 de agosto de 1520 Medina del Campo sufrió un incendio provocado por los jefes militares del ejército imperial en el ámbito de la guerra de las comunidades.
Segovia fue el escenario de los primeros incidentes, donde se atacó a los representantes del poder real. A partir de aquellos incidentes, en la ciudad sólo mandaban los representantes de las cuadrillas del brazo popular. El alcalde Ronquillo intentó someter la ciudad bloqueando el suministro de alimento pero no lo logró. Los vecinos de Segovia se agruparon cada vez con mayor esperanza en torno a su caudillo, Juan Bravo. El virrey Cardenal Adriano pensó en utilizar la artillería estacionada en Medina del Campo contra los sublevados segovianos.
Ronquillo se dirigió a Arévalo desde Santa María de Nieva; allí se unió a Antonio de Fonseca, capitán general del ejército real, que mandaba el grueso del ejército real, poco numeroso y sin artillería.
Antonio de Fonseca, recibió la orden de dirigirse a Medina del Campo, tomar la artillería e impedir e1 paso a Padilla. Fonseca se presentó en Medina del Campo el 21 de agosto, pidiendo que se le diese posesión de la artillería real. Se encontró con una fuerte oposición: a la ciudad le repugnaba hacer entrega de unas armas que creía iban a emplearse contra Segovia. Durante toda la mañana Fonseca parlamentó sin ningún resultado. Hizo avanzar sus tropas, pero la población les impidió el paso. Fonseca entonces dio la orden de ataque. 

Tropas de Carlos I incendian Medina del Campo, durante la Guerra de las Comunidades de Castilla
Con el fin de distraer a la población, Fonseca -o quizá uno de sus colaboradores provocó un incendio en la calle de San Francisco, pensando que la gente abandonaría el combate para tratar de apagar el fuego, pero todo el mundo permaneció en su puesto. El incendio se extendió por una vasta zona de la ciudad y después al convento de San Francisco, donde los comerciantes almacenaban sus mercancias en los intervalos entre las ferias. Fonseca acabó retirándose, y dejó atrás una ciudad medio destruida. Estas llamas iban a provocar otro tipo de incendio por toda Castilla. 
En efecto, los comuneros explotan de forma inteligente el incendio de Medina del Campo. Impresionado por la oleada de protestas, el Gardenal Adriano no tiene más remedio que licenciar al ejército real; renuncia así a los pocos recursos de que dispone. Se encuentra desarmado, desacreditado. 
Este hecho contribuyó a la adhesión de ciudades y pueblos al movimiento comunero.

Fuente: Los Comuneros- Joseph Pérez

Reviviendo el Valladolid de 1738

$
0
0


En el Museo de Valladolid se expone desde 2016 una maqueta que representa el Valladolid de 1738 según el plano del escribano vallisoletano Bentura Seco .
Para realizarlo Bentura Seco midió calle por calle y plaza por plaza. Tiene una gran similitud con el plano de Madrid del siglo XVII de Pedro Texeira, lo singular de ambos es una visión dual; por una parte se aprecian perfectamente el trazado de las calles y por otra la proyección de los alzados de los edificios principales de la ciudad dentro del diseño de las manzanas.
Su procedencia y conservación es anecdótica debido a que a principios del siglo XX el arquitecto municipal Juan Agapito y Revilla, encontró la plancha del plano soportando una mesa en el ayuntamiento de la ciudad. Hoy en día es un documento importantísimo para el estudio y reconocimiento de Valladolid ya que la ciudad durante el siglo XIX y sobre todo el siglo XX ha sufrido una traumática transformación.
Esta maqueta realizada por Juan José Fernández Pérez reproduce en tres dimensiones la totalidad de dicho plano, logrando un realismo increíble. Si Google Earth hubiera existido en el siglo XVIII nos mostraría la ciudad tal y como la vemos en esta increíble obra de arte que se puede visitar en el citado museo.
He aquí algunos de los rincones más significativos de la ciudad que nos muestra la magnífica maqueta:

Plaza de San Pablo y Palacio Real

Parte trasera de la Catedral e Iglesia de Santa María de la Antigua

Se puede apreciar el antiguo trazado del Esgueva y sus puentes

Plaza Mayor


Zona San Benito

San Benito

Puerta del Carmen (Paseo de Zorrilla), donde hasta hace poco se situaba el Hospital Militar

Puenta Mayor e Iglesia de San Nicolás en su primitiva ubicación

Monasterio del Prado

Plaza de la Universidad

Otra perspectiva de la zona de San Pablo

Otra perspectiva de la Plaza Mayor

Plaza Mayor y sus primitivas callejuelas




La desaparecida maqueta de Valladolid de León Gil de Palacio

$
0
0
León Gil de Palacio (Anónimo), de la Biografía del señor don León Gil de Palacio (1892) de Silbén Cordal (Biblioteca Nacional de España, sign. 1-10067)

Por su carácter de referencia única, los vallisoletanos hemos venido reconstruyendo nuestra vieja ciudad conforme al Plano de Bentura Seco. Pero lo cierto es que en el siglo XIX Valladolid contó con otra imagen de sí misma igualmente singular: un plano en relieve, hoy desaparecido, que realizó, en 1827, el militar León Gil de Palacio, autor también  en el año 1830 de otra maqueta en escala 1:432 de la ciudad de Madrid que se encuentra en las dependencias del Museo de Historia de esa ciudad.

Convento de Nuestra Señora de Prado, Valladolid (1828),
 León Gil de Palacio (Fotografía: Museo de Valladolid)


Era aquel plano una maqueta de la ciudad que, a decir de la Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción de Valladolid, que lo examinó y lo aprobó, “...destacaba por su exactitud, la escrupulosidad de las mediciones efectuadas sobre el terreno, la esmerada proporción y el minucioso detalle de los alzados, la acertada representación de las fachadas de los edificios principales...".

Maqueta de Madrid realizada por León Gil de Palacio
Detalle del Modelo de Madrid. La Puerta del Sol y su entorno en 1830.

Fotografía: CARLOS TEIXIDOR CADENAS

Sabemos de aquella maqueta que en 1877 estaba en el almacén municipal, por entonces en la iglesia de San Benito. Pasó, ya muy deteriorada, al Museo Arqueológico, acabándose por destruir en 1923. Una pérdida que, por lo excepcional de tal objeto, fue irreparable. 

Tanto es así que si el Plano de Bentura Seco es, como se dice y reconoce, un documento único y fundamental para la historia del urbanismo vallisoletano, igualmente lo hubiera sido aquél plano en relieve, maqueta o “modelo en bulto” de la ciudad, que tan esmeradamente construyó León Gil. 

Las generaciones presentes y futuras pagan caro la desidia y falta de interés histórico de nuestros antepasados. Solo nos queda admirar con cierta envidia la que de Madrid se conserva.

Fuente: Introducción del libro "Valladolid 1738". Eloisa Wattemberg (Directora del Museo de Valladolid)

Medina del Campo. Las ferias generales del reino.

$
0
0
Mercado en la Plaza Mayor de Medina del Campo.
Litografía de Muirhead Bone, 1936

EL PROTAGONISMO DE MEDINA DEL CAMPO COMO IMPORTANTE ENCLAVE DEL COMERCIO CASTELLANO DURANTE LOS SIGLOS XV Y XVI ES BIEN CONOCIDO POR TODOS. SUS FERIAS DE MERCANCÍAS EN LOS TIEMPOS DEL REINADO DE LOS REYES CATÓLICOS SON LAS MAS IMPORTANTES DE LA PENÍNSULA IBÉRICA, TANTO POR EL VOLUMEN DE MANUFACTURAS Y PRODUCTOS LLEGADOS DESDE TODOS LOS CONFINES DE EUROPA, COMO POR EL NUMERO DE TRANSACCIONES DINERARIAS EFECTUADAS. 

Asimismo su conversión en ferias de pagos a partir de las últimas décadas del siglo XV es el punto clave para entender el carácter internacional que llegaron a alcanzar, haciendo de esta villa un lugar de primera magnitud y de obligada referencia en el panorama económico europeo de finales del Medievo. Gracias a su concatenación temporal con las ferias flamencas de Brabante y luego con las francesas de Lyon, podían realizarse sin excesivas demoras importantes transacciones mercantiles y dinerarias con las ciudades más importantes de la Europa del momento. 

Detalle de la Vista de Écija en la edición Civitates Orbis Terrarum (Colonia 1593-1594)

Para llegar a este estatus privilegiado, que distinguía a Medina del Campo como una de las más prósperas plazas comerciales del Occidente europeo, tendrán que concurrir varios factores, unos coyunturales y otros venidos de tiempos más lejanos. En principio, cabe citar su inmejorable situación geográfica de encrucijada de caminos y cañadas, que convertía a esta villa en un lugar estratégico situado a menos de una jornada de importantes ciudades castellanas como Valladolid, Zamora, Salamanca, Avila y Segovia, siendo por tanto un lugar de paso obligado entre ellas y punto ineludible del importante eje comercial entre Toledo, Burgos y los puertos del Cantábrico.

El Mercader. Grabado de Jost Amman, 1568

 A ello ha de añadirse la eficacia mostrada por las autoridades locales durante décadas, haciendo cumplir estrictamente las ordenanzas citadas de 1421 acerca del aposentamiento de los mercaderes llegados a la villa en tiempos de feria. Otro punto fundamental es el apoyo incondicional de los sucesivos monarcas, favoreciendo a la villa y sus ferias con privilegios de todo rango, como Enrique IV cuando establece en las Cortes de Santa María de Nieva, en 1473, que: ”Ferias francas y mercados francos no sean ni se hagan en nuestros reynos y señoríos, salvo la nuestra feria de Medina y las otras ferias que de nos tienen mercedes y privilegios confirmados”; y más especialmente los Reyes Católicos quienes, en abril de 1491, las declaran ”Ferias Generales de nuestros Reinos’, manifestando expresamente su supremacía sobre las de Valladolid (hasta entonces las más importantes de Castilla).

Vista de Medina del Campo.
Por Antón Van den Wyngaerde, 1565

Por último, y esto es de vital importancia, las ferias medinenses cuentan a partir de esa época con el apoyo explícito de los grandes comerciantes internacionales, cuya participación efectiva se hacía a través de los mercaderes y hombres de negocios burgaleses, los más poderosos de la Castilla de entonces. Su concurso incide de modo significativo en la llegada de mercaderes "andantes en ferias" de todas las villas y ciudades manufactureras de la península, así como la activa intervención de agentes y consignatarios de las grandes compañías comerciales europeas, fundamentalmente de dos focos: el flamenco (con Amberes, Brujas, Bruselas, Malinas...) y el italiano (con Génova, Milán, Florencia...); con ellos llegarían a mediados del siglo XV, es decir, en una época muy temprana para Castilla, las novedosas prácticas mercantiles y financieras que  posibilitaban el comercio a gran escala. Se tenía, de este modo, garantizada la llegada de mercaderías, capitales e instrumentos cambiarios, todos ellos elementos imprescindibles en cualquier actividad comercial de cierta entidad.

Fuente: Extracto del artículo publicado en la revista Historia de Iberia Vieja Núm. 3 (Medina del Campo. Las ferias generales del reino). Por: ANTONIO SÁNCHEZ DEL BARRIO. Fotografias: Museo de las ferias de Medina del Campo.

La Ermita de las Angustias o de las Ánimas de Tordesillas

$
0
0

El edificio se construiría en el siglo XVI, como indica la noticia del 6 de marzo de 1576, en que se dice que Diego de Hano el Mozo estaba haciendo un arco de piedra para la ermita. El aspecto que presenta actualmente se debe a reformas del siglo XVIII.


Situada a la entrada del pueblo, desde la carretera de Valladolid. Es un edificio de piedra, ladrillo y tapial, de planta rectangular, de una sola nave dividida en tres tramos. Al exterior, presenta una portada de piedra, situada a los pies, en arco de medio punto, cobijada por un pórtico de dos columnas de piedra, que tienen un toro a modo de capitel. La techumbre es de madera. Sobre ello, se encuentra una espadaña de ladrillo moderna. En el muro del lado del evangelio, se aprecia un gran arco de piedra, de medio punto, tapiado. 


Imagen de finales de los años 70

El desaparecido kiosco de La Chata

$
0
0
El kiosco a mediado de los años 70 (foto AMVA)

 El inicio de este kiosco data, según publica la Fundación Joaquín Díaz, de 1915, con Saturnino Lorenzo como propietario. Con el paso de los años adquirió protagonismo y se erigió como uno de los puntos clave en la venta de periódicos y revistas.

Foto: foro850.mforos.com

Situado frente a la Iglesia de Santiado Apostol, el apodo lo adquirió por Demetria Rodríguez, quien lo mantuvo hasta el año 2005, según esta misma fuente. Fue entonces cuando se efectuó el traspaso a Alejandro Ruiz, que hasta el pasado fin de año ha sido el dueño. 


Después de más de 100 años de antiguedad el kiosco ha sido desmontado y retirado, ya que según la normativa municipal, después de un informe de la concejalía de Urbanismo, ese espacio no volverá a salir a subasta ya que debe quedar diáfano por su enclave en el centro histórico de Valladolid. 

Foto Google

Por esa regla de tres deberían demolerse la gran mayoría de los bloques de cemento y hormigón que durante la década de los 60 y 70 diezmaron el patrimonio histórico de Valladolid, convirtiendo a nuestra ciudad en un batiburrillo arquitectónico con el que por desgracia estamos obligados a convivir.

Pocos días antes de su retirada
Pocos días antes de su retirada
Foto: Tribuna de Valladolid

El pavoroso incendio de Rueda de 1896

$
0
0


Eran aproximadamente las 12 de la mañana de un caluroso 3 de agosto de 1896. En la casa contigua a la del rico labrador Luis Bayón una mujer calentando agua para bañarse, encendió leña en un lugar contiguo a una manojera que con la contribución del fuerte viento de ese día se extendió sin control. 
Siguiendo la dirección del viento sur y en una extensión de un kilómetro de largo y de cuatrocientos metros de ancho, afectó a la zona obrera emplazada en el cerro Calvario, desde cuya cima el panorama era aterrador.
La  inutilización de  algunas de las bombas enviadas a lugar de la catástrofe hicieron más complicadas las tareas de extinción. 
Las  noticias contaban horrores. La localidad era presa de un gran pánico. Ancianos, niños y mujeres llorando y gritando por las calles. Era imposible respirar a causa de la densidad del humo y el calor.
Muchas familias se quedaron en la calle. El incendio se cebó en el ala izquierda de la calle Real.


Aterradas, familias enteras lloraban ante las ruinas de sus casas. Dentro de los corrales se veían infinitos animales muertos y despojos de los ajuares de las casas.
 Vecinos de Casasola de Arión vienen a socorrer alarmados por la espesa columna de humo. Muchos de los vecinos de la localidad que se encuentran fuera trabajando las tierras no se enteran de la tragedia hasta regresar a sus hogares.
El balance final del dramático incendio ascendió finalmente a unas pérdidas de aproximádamente un millón de pesetas, no teniendo que lamentar la pérdida de ninguna vida, aunque sí numerosos heridos.
Tras este suceso se construyó el llamado Barrio Nuevo.

Mercería Casa Virto

$
0
0


Casa Virto fué fundada en 1898 por Don Miguel Virto. Situada inicialmente en la calle Duque de la Victoria 21 de Valladolid, posteriormente a mediados del siglo XX, se traslado a la calle Teresa Gil, donde permanece en la actualidad.
Casa Virto es un negocio tradicional que perdura con el paso de los años debido principalmente a la gran cantidad y variedad de artículos relacionados con la mercería de los que dispone.
Como fruto de la larga experiencia en este sector, en el año 1976 se fundó Virto Industrial S.L. para atender a la creciente demanda de servicios a los clientes industriales de la confección.


Castillo de Mucientes

$
0
0



En el año 1326, Alfonso XI de Castilla entrega el lugar de Mucientes "con su castiello" a su mayordomo mayor Alvar Núñez Osorio. El documento es la primera mención escrita de lo que fue un edificio modesto, utilizado hasta el siglo XVII como palacio residencial por los sucesivos condes de Ribadavia, señores de Mucientes.



En sus, al menos, 400 años de existencia, la fortaleza fue testigo de visitas reales, de confinamientos, de asaltos… Pero, sin duda, su momento de mayor esplendor lo alcanza cuando es utilizado como Palacio Real –y por tanto capital de los reinos de Castilla– durante la primera semana de julio de 1506. En aquellos días de ambiciones e intrigas, Felipe I de Castilla 'el Hermoso' intentó –sin éxito– que los procuradores castellanos inhabilitaran para las labores de gobierno a Juana I de Castilla 'la Loca'. Cuentan las Crónicas que "doña Juana estaba sola, en una sala oscura, sentada en una ventana, vestida de negro y unos capirotes puestos en la cabeza que le cubrían el rostro".



Durante la guerra de las Comunidades de Castilla, las tropas de la Junta, al mando de Padilla, conquistan Mucientes el 5 de febrero de 1521 y ponen a Juan de Mendoza al frente de la defensa del castillo. Aunque la Junta de Valladolid ordenó el "derrueque" de la fortaleza, esta orden no llega a ejecutarse.



En 1751, el Catastro de Ensenada aporta las medidas de la fortaleza: 60 varas de frente por 220 varas de fondo [50 x 185 metros], describiéndolo ya como "un castillo arruinado, con diferentes trozos de muralla en su circunferencia". En 1823 se autoriza a sacar piedra de dos paredes para "obras de utilidad común". Un siglo después, en 1932, siguen arrancándose sillares "para las obras de los lavaderos de la fuente nueva". El fin estaba próximo: diez años después, la 'cantera' se había agotado.





En 2006, con motivo de las celebraciones del V Centenario de aquellas Cortes de Mucientes, el Ayuntamiento protege en su planeamiento urbanístico el altozano, el foso y sus alrededores para que, en unos años, se convierta en un gran parque público con los restos recuperados del castillo como eje central.



La excavación arqueológica comenzó en el mes de octubre de 2006. Seis meses después ya habían sido descubierto los arranques de los muros de las caras norte y este, además de buena parte del pavimento original del patio de armas y de la torre del homenaje, capiteles y tambores de columnas, el aljibe, etc.

Fuente texto : Wikipedia

Hace 85 años rodó por las calles de Valladolid el último tranvía.

$
0
0


Hace 85 años, justamente el día 6 de noviembre de 1933, rodó por las calles de Valladolid el último tranvía.
Entonces, en esa fecha, el precio de un billete de tranvía para el viaje de circunvalación era de 10 céntimos.
El factor precio y el detalle de las líneas con cruces motivaron el cierre de las cocheras de tranvías y la supresión total del servicio. Los 20 coches - o jardineras—, mitad de veranó y mitad de invierno, pasaron mucho tiempo inactivos en las viejas cocheras de la compañía «S. A . de Tranvías de Valladolid», hasta que un buen día salieron para Gijón, ciudad en la que continuaron prestando servicio otros pocos años.  Ahora la ciudad querría tener aquellos coches.



EL CARTEL DEL FIGÓN
La historia es anterior al tiempo que nos ocupa en este reportaje. Es la época final de los tranvías de mulas y la Inauguración de los eléctricos.
Pues bien, había un figón, una taberna, una parada en donde los viajeros de aquellos primeros tranvías hacían tiempo esperando que llegara el coche que efectuaría tal o cual trayecto. En el "figón un letrero en el que se leía: «Comida, merienda y cena; para hacer en el tranvía, un viaje de San Pablo a la Casa de Mantilla». Modelo de folleto turístico de tipo mural que ya anunciaba los bocadillos de la región a consumir en el tiempo que duraba el viaje en uno de los primeros tranvías tirados por mulas, de los que se decía que tenían las ruedas cuadradas debido al estrépito infernal que levantaban en las calles de paso.



UN PASEO EN JARDINERA
Hablando con personas de la época nos dicen que entonces se invitaba a un paseo en tranvía a con la misma naturalidad con que ahora nos invitan o invitamos a tomar café.
De 8 a 10 de la noche, el publico hacía el recorrido de circunvalación que tenía el aliciente de un paseo en jardinera y el provecho de ver Valladolid desde unos cómodos sillones rodantes. En el tranvía hacía tertulia la familia, la «peña» de amigos, los visitantes de fuera que llegaban a pasar los días de ferias.
Los coches estaban construidos en la Casa Escoriaza, de Zaragoza, y estaban decorados con un lujo propio de los modernos sud-expresos.
Lunas, mullidos asientos, lámparas hasta con siete luces y otros detalles que recargaban de comodidad los vehículos.
Sobre esas jardineras hizo nuestra capital un turismo callejero. De aquí, posiblemente, nació eso de... ¡Hábleme usted de su calle!



LOS CRUCES TUVIERON LA CULPA
Viejos tranviarios nos van refiriendo, detalle tras detalle, una semblanza de la época.
Los cruces en las vías motivaron la «pega» más grande para la muerte de los tranvías en Valladolid. Dicen que se formaban tapones de jardineras que atascaban las calles y entorpecían el tráfico.
El segundo factor que decidió también la supresión de ese medio de transporte urbano, fue el  económico. El viaje a La Rubia se hacía por 20 céntimos. A la Plaza de Toros. por 10. Los niños y militares pagaban 10 céntimos. Determinados servicios valían 25 céntimos. Nos dicen que de esta forma el negocio no rendía.
La hermosa aventura de los tranvías vallisoletanos acabó el 24 de junio de 1928, fecha en la que se inauguraba la primera línea de autobuses urbanos que unía la Plaza Mayor con el populoso barrio de Las Delicias.
Y así, el 6 de noviembre de 1933, rodó por las calles de Valladolid el último tranvía.

A. ROMERO RUBIO (Diario Regional de Valladolid 17/11/1957)

La tragedia del polvorín del Pinar de Antequera

$
0
0


A las dos y cuarto de la tarde del sábado, día 21 de septiembre de 1940, Valladolid se conmovió por una especie de fuerte sacudida sísmica que hizo añicos gran cantidad de cristales en diferentes puntos de la capital. A la vez que temblaron las casas una terrible y estruendosa detonación motivó la alarma y el pánico se apoderó de los vallisoletanos. El cielo, en una gran extensión, quedó cubierto por una espesa y negrísima nube de humo. Se había producido un incendio en el Pinar de Antequera y como consecuencia hizo explosión un polvorín.

Base de la garita frente a los restos del cráter del Polvorín nº 3

Aquello fue considerado como una catástrofe fortuita, que originó 108 muertos. Las víctimas habían sido pulverizadas. Una hora antes de la terrible explosión se habían presentado los bomberos. De los doce que componían aquel retén desaparecieron nueve. Milagrosamente se salvaron Antonio Pérez Orosco, Julio Garnacho Vázquez y Luis Rodríguez Esteban. De la magnífica máquina del Servicio de Incendios no quedaron ni vestigios.


Acto de recuerdo a los nueve bomberos fallecidos en la explosión del polvorín del Pinar, celebrado en septiembre de 1941, en el Ayuntamiento de Valladolid.
Foto: EL NORTE

Si la explosión repercutió y causó daños en la capital no digamos los que hubo en las edificaciones veraniegas del Pinar. Quedaron triturados la casi totalidad de los tejados. Los pinos aparecieron chamuscados por las caras que daban al polvorín. Algunos depósitos de granadas aparecieron con las municiones al descubierto por haber desaparecido las paredes. Enormes piedras de la cimentación del polvorín volaron por el aire. Una de ellas, de más de un metro de larga y con caras de 140 centímetros fué lanzada hasta el tejado de la estación, a una distancia de medio kilómetro por lo menos.
El lugar en que se hallaba el polvorín quedó convertido en un enorme y profundo cráter, con arena negra, entre la que se veían vestigios de algunas ropas pertenecientes a cuerpos humanos desaparecidos. 

Del parque de bomberos de las Eras.
Imagen: https://valladolidenbici.wordpress.com/2014/07/

Una catástrofe que vistió de luto a Valladolid en el anteúltimo día de las ferias.
La prensa franquista censuró duramente el incidente y un ejemplo es que en la portada del periódico regional "El Norte de Castilla" del día siguiente ni se hizo mención del hecho.​ El diario de tirada nacional "ABC" sólo lo mencionó con una nota a pie de página en la página 10.

Lápida que se puede leer en la parte trasera del monolito a los Caídos del Parque de Artillería. Destaca el número de fallecidos el 21-9-1940.Imagen: https://valladolidenbici.wordpress.com/category/valladolid-ciudad/page/2/

Para recordar a los muertos en este accidente se levantó al año siguiente un monolito que, instalado en el Parque de Artillería del Pinar, todavía recoge los nombres de los 97 militares muertos. También se levantó una lápida en el parque de bomberos de las Eras con los nombres de los 9 fallecidos.


El primer aparcamiento subterráneo de Valladolid

$
0
0
Inicio de la construcción del aparcamiento subterráneo en la Plaza Mayor. Año 1971.

En el contexto de olvido y desinterés por el valor patrimonial de la Plaza Mayor antes de que se acometiera su peatonalización al final del siglo XX, sobresale sin duda alguna la construcción de un aparcamiento subterráneo aprobada por el pleno municipal de 30 de Junio de 1970. Esta obra, adjudicada el 30 de Diciembre del mismo año, no sólo alterará el perfil de actividad de la Plaza, sino que obligará a replantear la urbanización de la misma según el proyecto de urbanización aprobado el 31 de Octubre de 1972, obra del ingeniero Francisco de Quevedo López; una obra necesaria como consecuencia de las obras del aparcamiento que ese mismo año se estaban ultimando, sino también porque la pavimentación de la plaza era muy antigua- y se encontraba ya en deficiente estado. Aprovechando ambas coyunturas se reduce la anchura de las aceras salvo la situada frente al Ayuntamiento y la del Sur -entre Ferrari y Pasión- y se modifica el trazado de la situada entre las calles Lencería y Manzana dándole forma curva para permitir la creación de una parada de taxis capaz para estacionar 15 vehículos. Asimismo, todas las aceras se proyectan con pavimento de "loseta".

Inicio de la construcción del aparcamiento subterráneo en la Plaza Mayor. Año 1971.

La espectacular obra en 1971 fue admirada por propios y extraños, al tiempo que hacía prever el notable crecimiento del parque automovilístico. Ese año se excavó el aparcamiento, que fue inaugurado el 24 de octubre de 1972, entonces con una sola planta, siendo el primero ejecutado de estas características en Valladolid. En 1997 se habilita una segunda planta que duplica su capacidad y se lleva a cabo una ordenada coexistencia de los vehículos que acceden al mismo. Las fachadas de las casas se pintaron de rojo y la plaza quedó peatonalizada casi en su totalidad. El 23 de diciembre de 1997 se reabre la Plaza Mayor después de su remodelación.
El de la Plaza Mayor, en 1970, formaba parte de un proyecto triple que contemplaba la construcción de subterráneos en la propia plaza, en la Plaza de España y en el Paseo de Coches del Campo Grande, entre Zorrilla y Colón.
Ahora, en 2018/19 se actuará nuevamente sobre este emblemático aparcamiento para llevar a cabo las obras de las nuevas rampas de acceso al mismo por las calles Manzana y Molinos. La fisonomía de la Plaza Mayor de Valladolid cambiará por completo cuando el Ayuntamiento elimine los accesos al aparcamiento subterráneo de esta ágora en Valladolid. El Consistorio quiere eliminar todo tipo de tráfico por este espacio, el más importante de la ciudad; tanto el tráfico rodado del servicio de transporte público como el tráfico privado, que en la actualidad accede al aparcamiento de la Plaza.


Fuentes:
-https://www.tribunavalladolid.com/noticias/asi-sera-la-nueva-plaza-mayor-de-valladolid-sin-el-paso-de-taxis-autobuses-y-con-la-eliminacion-de-los-accesos-al-parking/1511717261
-http://www.eldiadevalladolid.com/noticia/ZDD767171-EE8A-3052-3DFE55F0A735E22B/20121001/cuando/subsuelo/lleno/parkings
-https://www.valladolidweb.es/valladolid/historia/01hist6.htm
-https://www.elnortedecastilla.es/valladolid/1800-coches-diarios-20180524220705-nt.html
-La Plaza Mayor de Valladolid: 1561-2005 Un lugar-escenario, de permanente referencia en la estructura urbana Basilío Calderón Calderón

Aquellos vendedores ambulantes de Valladolid

$
0
0
Antolín Fernández Vela y su mujer repartiendo leche en la calle Santiago a finales de los años 40

Por José Delfín Val (Extracto del libro Historias Notorias de Valladolid)
Los vendedores ambulantes, de los que ya no quedan, aquellos que iban en su carro de pueblo en pueblo, han sido siempre los más sacrificados de todos los vendedores. La venta ambulante es tan vieja como el comercio. Creemos que la llamada venta directa es la madre de todas las ventas. El trato personal entre el vendedor y el comprador con el género en la mano, es la esencia del comercio. 
Nadie le ha dedicado un recuerdo en forma de monumento al vendedor ambulante, al vendedor que se levantaba a las siete de la mañana y tras darle de comer al mulo, lo enganchaba al carro a las ocho e iniciaba en ese momento su larga jornada de trabajo con una carretera por medio y un pueblo al final de ella. Así un día tras otro durante todos los meses del año, de los años de anteguerra y de posguerra. “Había pueblos que estaban a 12 o 14 kilómetros y tardábamos dos horas y media en llegar”. 
A nuestros escultores castellanos no se les ha ocurrido (aunque a lo mejor sí, pero no han encontrado el respaldo necesario) dedicarle un monumento al vendedor ambulante que atendía las necesidades de los pueblos modestos que. en años difíciles, únicamente contaban con el comercio del vendedor ambulante que llegaba un determinado día de la semana. 
Mi amigo Paco Tejero pertenece a una saga de vendedores ambulantes. Lo fue su padre y lo fue su abuelo. Un dato curioso: Su padre ya era ambulante cuando se casó en el año 1932 y, al hacer balance del capital con el que contaba para hacer frente a la vida en su nuevo estado, anotó en un pliego de papel de barba su hacienda consistente en: Género de su propiedad, tierras, un carro, dos machos y sus aperos, género adelantado por su padre a cuenta y dinero en metálico. Todo ello sumado hacía un capital de poco más de diez mil pesetas. El carro lo valoró, seguramente en lo que le había costado, 700 pesetas; y los dos machos en 2.500. A finales de aquel año de 1932 hace balance y consigna dos datos que llaman nuestra atención: el dinero que tiene en metálico asciende a la cantidad de 200 pesetas y las deudas a su favor, es decir, el género vendido pero no cobrado aún 998 pesetas, lo que supone una venta al fiado de la cuarta parte de la venta cobrada. 

Un vendedor ambulante en los años 60. Col. familia Tejero

Su hijo, mi informante, el menor de cinco hermanos. siguió en el oficio. Vendía en una ruta establecida por Valdestillas. Megeces, Matapozuelos. Tudela. Villabañez. Villavaquerin, Aldeamayor de San Martín. Viana. y Vallelado. Las ventas eran escasas y los beneficios muy justos. Un obrero ganaba en los años 50 entre 10 y 15 pesetas; y las cosas no estaban para tirar cohetes. 
Hasta que los ambulantes pudieron comprarse una furgoneta, el carro fue su tienda y su medio de transporte. Carro de llantas de hierro y de rueda grande que, en aquéllos años difíciles, era un privilegio poseer. En los años 50 dos ruedas nuevas costaban 2.000 pesetas. Se reponían cada cinco años. "El vendedor ambulante siempre reconocía el buen carro. El tic-tac de sus ejes tenían un cantar que era distinto de uno bueno a uno malo y por esas carreteras de tierra y baches, llenas de polvo en verano y de barro en invierno, se notaba mucho tener un buen carro". 
Cuando no daba tiempo a llegar a casa porque el pueblo quedaba lejos y la velocidad del carro era la que era, los ambulantes se quedaban a dormir en alguna posada.
Ya digo; los vendedores ambulantes, en carro de toldo y mulo, merecen un homenaje por cuantas soluciones pusieron a las pobres economías de los años 30/40.

La antigua "Cárcel nueva" de Valladolid

$
0
0



Por ENRIQUE BERZAL 
«Es necesaria, porque nuestra ciudad ha tenido hasta hace unos días una cárcel que era sencillamente una vergüenza. La vieja Chancillería, caserón vetusto, antihigiénico y destartalado, no podía decirse sin agravio que fuese un establecimiento penitenciarlo. Era no más que un encerradero de hombres, carente de las mínimas condiciones que al menos por humanidad precisan tener las prisiones». Aquel reportaje, publicado en El Norte de Castilla el 20 de julio de 1935, significaba mucho para su redactor, el periodista Eduardo López Pérez, autor de esas líneas tan sentidas.
Porque él había liderado la campaña iniciada veinte años atrás por el decano de la prensa para, precisamente, conseguir una prisión decente, más humanitaria. No podía entender López Pérez que «la cárcel de Chancillería siguiera funcionando, a pesar de las protestas vivas de cuantos la conocían. Porque no había quien la visitase que no saliera indignado, reclamando la urgente construcción de una nueva prisión». De ahí el expresivo título de aquel reportaje que el 20 de julio de 1935 festejaba la inauguración de la nueva prisión provincial: «¡Por fin se cerró la vieja cárcel de la Chancillería! Una visita a la nueva prisión provincial de Valladolid, que ya está poblada».
Lo cierto es que había tenido que pasar mucho tiempo para ver materializado tamaño deseo. Fue en el primer quinquenio de los años 20 cuando el alcalde Vicente Moliner, azuzado por El Norte de Castilla, inició los trámites necesarios para construir el nuevo presidio; y en 1928 cuando su sucesor, Arturo Illera, formalizó a tal efecto la cesión al Estado de los terrenos que en su día había cedido el Ayuntamiento a la Casa de Beneficencia, en el Camino del Cementerio. Aprobada su construcción por decreto en julio de 1931 su presupuesto ascendía a 1.773.096 pesetas-, las obras, sin embargo, no comenzarían hasta 1932, fecha cargada de significado habida cuenta del nuevo rumbo iniciado en la política penitenciaria por el gobierno republicano.

La antigua cárcel convertida hoy en centro cívico

En efecto, aún pervivía el espíritu humanitario impulsado por Victoria Kent, directora general de Prisiones que introdujo medidas tendentes a mejorar las condiciones de vida de la población reclusa, incrementar sus derechos y acabar con las corruptelas y abusos del Cuerpo de funcionarios. Aunque fallido, el objetivo no era otro que erradicar la tradición punitiva de la política penitenciaria española, esa que, según confesión del propio López Pérez, personificaba cierto presidente de la Audiencia vallisoletana cuando se le alertaba sobre la pésima situación de los reclusos:
«Para quien entra en Chancillería bien está aquello. Lo demás, créame usted, son sensiblerías de ustedes los jóvenes románticos que se dejan impresionar por estas cosas». Levantada según los proyectos del contratista Joaquín del Campo, la nueva prisión se inauguró el 20 de julio de 1935. Todo en ella era revolucionario, a tenor de los pésimos antecedentes.
Constaba de departamento de hombres y de mujeres, 36 celdas, dos dormitorios para 120 reclusos cada uno, patio, comedor, escuela con biblioteca y «servicios de higiene» en los sótanos. Todo ello, insistía López Pérez, para hacer más cómoda la penosa estancia de la población reclusa. Ejemplos no le faltaban:
El patio del departamento mujeres, por ejemplo, era «amplio, soleado, de piso de cemento», con lavadero y una marquesina de uralita para pasear en días de lluvia. En las 36 celdas, convenientemente ventiladas, destacaban las «puertas de madera chapeada, con mirilla y cancela interior de hierro», tenían un servicio en la esquina y lavabo con agua corriente, cama-somier de hierro, banco-mesa y repisa-rinconera para los utensilios y efectos del preso.

Celda de la 'Cárcel nueva' de Valladolid en los años 60

Amplios y muy ventilados, de altos techos, eran los dos dormitorios, cuyos grandes ventanales provistos de rejas daban al patio central, mientras que el comedor también destacaba por su gran capacidad y excelentes condiciones de ventilación y luminosidad. El día de la inauguración, por ejemplo, los internos almorzaron arroz con bacalao y patatas, rancho que el plumilla interpretaba como señal de los nuevos modos, más humanitarios, que comenzaban a imponerse en el presidio vallisoletano:

«Voy a decirte, lector, lo que además toman al día. Por la mañana, a las ocho, café con leche y un riche. A las doce, sopa de fideo o de arroz y cocido con patata, tocino y carne, y el rancho a las seis de la tarde [arroz con bacalao y patatas], variado, toda la semana».

En la escuela, que disponía de una amplia biblioteca, se impartían clases a diario de diez a doce de la mañana era obligatoria la asistencia para los menores de cuarenta años-, no faltaban servicios médicos para hombres y mujeres y tampoco podía pasarse por alto la «profusa y perfectamente distribuida instalación de luces eléctricas y servicios de teléfonos internos y externos».

Con capacidad para 600 reclusos, en aquel momento habitaban la nueva prisión 250 hombres y 3 mujeres. El director, Ramón del Campo, «funcionario inteligente, capacitado y entusiasta de la función delicada y difícil», parecía identificado con el ideario humanitario de Victoria Kent, quien le había trasladado a Valladolid después de un largo periplo de 32 años de servicio. De hecho, ya había estado con anterioridad en la ciudad del Pisuerga, pero al frente de la cárcel de Chancillería; siete años después pasó a la Colonia Penitenciaria del Dueso y de ahí a Salamanca antes de regresar a Valladolid.
Le acompañaban el administrador Antonio Tejedor, diez oficiales, dos guardias de seguridad, el médico Julio Martínez, la celadora Mauricia Ibáñez y el maestro Julián Bárcena. En definitiva, una prisión más que adecuada a esa concepción correccionalista y humanitaria que López Pérez defendía con ardor: «Nadie que no haya perdido la libertad por defenderla con dignidad sabe lo que ella vale. Y lo que pesa su falta. No puede seriamente decirse que tienen los presos más de lo que merecen porque duerman en departamentos o celdas ventilados, amplios, higiénicos, puedan lavarse o ducharse y pasear no por galerías chorreantes de humedad y patios lóbregos, sino donde hay ventilación, pleno sol y se ve el cielo».

Actual prisión de Villanubla

Las fotos de Cacho, publicadas a toda página ese mismo día, eran buena prueba de aquella «nota viva de color y animación» incrustada en el ya de por sí triste Camino del Cementerio, que pretendía hacer realidad el clásico axioma: «Odia el delito y compadece al delincuente».
Lo cierto es que la cárcel nueva, como empezó a ser conocida desde aquel mismo 20 de julio de 1935, comenzaría a volverse demasiado vieja cuarenta años después. Cuando en junio de 1985 se inauguró la actual de Villanubla, aquel edificio de vanguardia pasó a ser «la cárcel vieja» y a emplearse para albergar eventos culturales. Los vecinos del barrio no tardaron en reclamarlo para sus actividades. El Ayuntamiento, que entonces presidía Tomás Rodríguez Bolaños, solicitó del Ministerio de Justicia el retorno de la cesión; y en marzo de 1990, merced a un convenio con la Universidad, quedó establecida su nueva vida: la parte histórica sería un Centro Cívico el actual Río Esgueva- y el resto serviría para edificar la Escuela de Empresariales, inaugurada e enero de 1994.

https://www.elnortedecastilla.es/valladolid/201508/01/valladolid-estrena-carcel-20150724181407_amp.html
Viewing all 121 articles
Browse latest View live